“¡La gratitud es la mayor virtud!” decía Cicerón. Los pensadores contemporáneos parecen estar de acuerdo. La gratitud es “la base de la interacción en muchas otras culturas”, dice Robert Emmons, un erudito destacado en el movimiento de la psicología positiva. “La gratitud”, dice la antropóloga cultural, Ángeles Arrien, “crea un campo de resonancia”. O sea, crea energía que afirma vida y acción. Entonces, la gratitud es algo activo. Es algo que hacemos.

Cuando estaba en mis 20, pasé por un período de depresión profunda. En ese entonces, estar agradecida me parecía como un cliché y un ejercicio mental simplista que ni remotamente subsanaba mi dolor. Sentía resentimiento cuando la gente me decía que contara mis bendiciones. Pero de algún modo, por medio de la gracia, fui capaz acceder a la gratitud con suficiente sentimiento para romper la superficie de mi estado depresivo.

Comencé notando cosas pequeñas: la belleza del color rojo ardiente del arce al otro lado de mi ventana, el sonido de las gotas de lluvia después de un verano largo y seco, un pájaro volando de una rama a otra.

Empecé por apreciar esos momentos, y ellos fueron como migas de pan que guiaron mi camino de regreso a la luz. Otro resultado inesperado fue que comencé a apreciarme. Éste fue un cambio mayor para alguien quien estaba profundamente deprimida. Ni siquiera me di cuenta de ello en ese entonces, mas al sentir aprecio por algo también sentía que podía apreciar un aspecto de mí. Ése es el poder de la gratitud. Aun una cantidad pequeña de ella puede mejorar nuestra experiencia

La gratitud es un sentimiento. Puede ser fomentado por el reconocimiento consciente, y también puede ser espontáneo. Tiene energía, a veces sutil y suave, y a veces electrizante. Mientras más busquemos y esperemos que estos sentimientos surjan, más los experimentaremos como expresión de la gracia. La gratitud reta nuestro estado defensivo, filtrándose a través de las aberturas de nuestra armadura, como una de esas flores delicadas, pero tenaces, que crecen en la grieta del pavimento. Al dejar de preocuparnos, somos sorprendidos por un regalo de la naturaleza o un acto de bondad, y recordamos que existe vida más allá de nuestras paredes. La gratitud puede ser realmente una gracia salvadora.

“La oración es la contemplación de los hechos de la vida desde el punto de vista más elevado”, dijo Emerson. “Es el soliloquio de un alma que siente reconocimiento y júbilo”. Esta conciencia es la esencia de la gratitud, una celebración plena que nos eleva, nos transforma y nos llena de energía.

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