¿Eres bondadoso?

Los estudios demuestran que un estilo de vida compasivo hace más por ti que solo sacarte una sonrisa. Se recibe lo que se da. Esta verdad básica resuena a través del tiempo y el espacio, y en ningún otro lugar de forma más conmovedora que en la propia regla de oro: Haz a los demás lo que te gustaría que hicieran contigo.

Pero ¿cómo afecta esto en nuestra vida cotidiana? Una cosa es leer la regla de oro o incluso tenerla como un mantra, pero otra es ser bondadoso, porque esto influye significativamente en tu bienestar de forma tangible.

La compasión aumenta la prosperidad

La compasión puede ser difícil de practicar. A veces ayudamos a los demás por un sentido del deber u obligación. Parece difícil extender la mano y ayudar a otros, sobre todo cuando están lidiando con algo difícil o cuando construimos nuestras propias barreras.

La compasión es un músculo que podemos desarrollar si la practicamos. Es más fácil empezar si lo hacemos poco a poco y consideramos cada acción como una pequeña piedra que crea una onda de bondad y generosidad.

Hacer de la compasión el centro de nuestra energía nos genera una mayor sensación de prosperidad en nuestras propias vidas. Cuando empezamos a buscar pequeñas oportunidades para ayudar a los demás, nos damos cuenta de lo mucho que tenemos para dar. Una vez que se da un paso, es fácil seguir dando más.

Los actos cotidianos de bondad fomentan el sentido de comunidad y crean la conexión que necesitamos para prosperar.

“Una vez que empezamos a dar genuinamente, esa energía de generosidad crea una reciprocidad que aumenta nuestra propia prosperidad”, afirma Jim Blake, presidente ejecutivo de la Sede Mundial de Unity.

Ser compasivo aumenta nuestra capacidad de generosidad y repercute en nuestro bienestar como individuos y comunidades.

La comunidad crea conexión

En una era que valora mucho la conexión digital, es fácil caer en una rutina de aislamiento y egocentrismo: puedes vivir toda una vida desde la pantalla de tu computadora o incluso desde el teléfono que llevas en el bolsillo. Puedes transmitir cada uno de tus pensamientos o acciones sin involucrar a nadie más.

Pasar nuestros días consumidos por nuestras propias cosas no solo mantiene nuestro mundo pequeño, sino que crea desconexiones insanas. Estamos diseñados para aprender, explorar y compartir con los demás.

“Estar conectado socialmente es la pasión de nuestro cerebro”, escribe Matthew Lieberman, profesor de psicología de la UCLA. “Se ha integrado en nuestro sistema operativo durante decenas de millones de años”.

Involucrarse en comunidades crea una “unidad colectiva”, proporcionando una línea vital que te mantiene conectado a algo más grande que tú mismo. Se trata de un elemento innato de tu bienestar.

Cuando cuidamos de algo o de alguien, se aprecia más y se crea una conexión más fuerte. Al cuidar de nuestras comunidades, llenamos los recipientes emocionales de los demás, creando una unidad colectiva.

No hace falta mucho dinero ni mucho tiempo para impactar en tu comunidad. Recoge la basura cuando salgas a pasear o devuelve los carritos de compra extraviados cuando vayas al supermercado. Lleva galletas a la estación de bomberos de tu localidad o paga las cuotas de los libros atrasados de alguien en la biblioteca. Ofrece un abrazo a alguien que lo necesite o comparte un cumplido con alguien con quien quizá no habrías hablado de otro modo.

Los actos cotidianos de bondad fomentan el sentido de comunidad y crean la conexión que necesitamos para prosperar.

Ayudar a los demás mejora la salud

Se siente bien hacer el bien. La ciencia explica que cuando la gente realiza buenas acciones o hace algo generoso, los escáneres cerebrales muestran que se liberan neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que hace que el dador se sienta feliz.

Además, hacer el bien nos proporciona más ventajas que simplemente alegrarnos la tarde. La respuesta fisiológica del cuerpo a esos neurotransmisores positivos ayuda a bajar la tensión arterial, mejora el estado de ánimo y disminuye el estrés. De hecho, los estudios han demostrado que ayudar a los demás contribuye a reducir los sentimientos de depresión, aumentar la longevidad y mejorar la vitalidad (la información proporcionada en estos enlaces está disponible solo en inglés).

Cuando buscamos el bienestar, a menudo consideramos nuestra salud de forma separada: la dieta por aquí, el ejercicio por allá. Meditación por las mañanas, oración por las noches. Pero ayudar a los demás nos recuerda que no estamos segmentados y aislados. Somos seres conectados y lo que hacemos por uno, lo hacemos por todos.

Cuando tendemos una mano de ayuda a nuestro prójimo, no solo atendemos a una necesidad, servimos a la energía de la comunidad y al espíritu de compasión.

Ayudar a los demás fomenta un sentimiento de interconexión y apoyo en la comunidad. Permite la expansión de la conciencia y un sentido de propósito que repercute en tu bienestar personal.

Acerca del autor

Mallory Herrmann es escritora y editora en el área de Kansas City. Sus trabajos se han publicado en Unity Magazine®, Career College Central y Lee's Summit Tribune.

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