Un encuentro con la gratitud

Era una mañana de otoño como cualquier otra. Yo llevaba seis años viviendo en la ciudad de Raleigh (NC) y desempeñándome como ministra asociada de Unity of the Triangle en la referida ciudad. Trabajábamos desde un edificio temporal en lo que nuestra nueva casa espiritual se estaba construyendo.

Aunque no tengo la costumbre de tomar café, el té frío (sin azúcar) de McDonald's me encanta por lo fresco y económico, por lo que se había convertido en una costumbre pasar por el McDonalds más cercano por las mañanas y comprar un té.

Esa mañana decidí entrar y comprar también mi desayuno. De repente, me encontré un congregante de la iglesia que desde hacía algunos años no había visto. Me saludó amablemente y a los pocos minutos se acercó a mí para realizarme un comentario de una señora que estaba a dos mesas de distancia. Me dijo al oído: “Esa señora que ves ahí tomando un café, lleva 7 años viviendo en su auto, ¡pobrecita!

Yo miré para atrás y crucé mirada con la supuesta deambulante. Había una cierta dulzura en su presencia.  Era robusta, hermosos ojos azules; probablemente en sus 60 años. Decidí sacar un billete de $20 dólares y donárselo con amor y compasión. Lo hice; y la señora lo agradeció amablemente, pero sin mostrar una extrema reacción.

Mientras desayunaba en mi mesa disfrutando de otro té helado, sentí una inquietud en mi corazón. Me dije a mi misma: “Dar dinero quizás sea lo más fácil de hacer. ¿Qué tal si le hablas y le dedicas un tiempo?”. Así que una vez que terminé mi desayuno, fui hacia ella. Nos presentamos y a los pocos minutos me invitó a sentarme en su mesa.

Comienza dando gracias

Rev Ana Quintana y un amiga, El incuestionable poder de la gratitud

No recuerdo exactamente los detalles de la conversación, pero sí recuerdo que ella me comentó algunos pormenores de su vida, incluyendo su experiencia de vivir con un gato y una laptop en un automóvil Lincoln Continental por los últimos 7 años.

Sin embargo, aun en medio de la dura vida que había tenido y las heridas con las que cargaba, Karen —como era el nombre de aquella mujer —mantenía en ella una luz especial y un deseo de progresar y acercarse a Dios.

Le comenté que yo era ministra de Unity, y le expliqué la magia de las negaciones y de las afirmaciones, sobre todo cuando se integraba la energía en la gratitud. En una servilleta le escribí varias afirmaciones explicándole cómo esa era una manera más efectiva de orar.

Ella me miraba detenidamente con muchísimo interés. Al notar su atención seguí comentándole la importancia de ver la bendición en todo mediante afirmaciones de gratitud. Recuerdo haberle dicho: “Comencemos dando gracias por este McDonald’s tan bonito, por la luz del sol que ilumina nuestra mesa, porque estamos vivas; y así seguí”. Ella estaba tan abierta a escuchar mis consejos.

Recordando un ejercicio que yo había hecho y que usaba en mis sesiones de consejería espiritual le di una asignación. Le dije que escribiera 100 cosas por las que estuviera agradecida aun si fueran cosas “no tan buenas” desde su perspectiva. Y le dije: “Cuando tengas la lista, ven a la iglesia y tráemela”. Sin saberlo en ese momento, con esa despedida comenzó una amistad.

Practica vivir en gratitud

Semanas posteriores a nuestro primer encuentro, pensaba mucho en ella; sobre todo, en las noches frías de invierno. ¡No me podía imaginar cómo había sido capaz de vivir tanto tiempo en un vehículo con un animalito! ¿Cómo habría ella durado tanto tiempo sin enfermarse?”, me preguntaba.

Recordé que años atrás en época de tormenta, yo había decidido viajar con una amiga y una de mis hijas a la Florida, y en un punto de la travesía nos tuvimos que detener en Carolina del Sur en un área donde no había hoteles disponibles. Tuvimos que dormir las tres en el auto. Mi hija de 15 años acostumbrada a la comodidad de una habitación, y a que siempre de alguna manera su madre (es decir, yo) resolviera la situación, entró en un llanto nervioso al ver que realmente lo único que teníamos para pasar la noche era un auto que funcionaba y un lugar que parecía seguro para estacionarnos y pasar la noche. Por ese motivo, conocer a Karen, con problemas de salud, heridas internas por sanar, sin recursos para poder tener un techo digno, familiares que la acogieran y viviendo en esas condiciones por 365 días era realmente impactante.

Luego de un par de meses, durante el servicio de la iglesia de las 9 y las 11 de la mañana; vi en el vestíbulo a Karen entrando con su bastón, su luz y su lista. Así es, Karen me saludó con la misma dulzura del primer día de nuestro encuentro de almas en McDonald's, y colocó en mis manos unos papeles doblados. Cuando los abrí, vaya sorpresa: ¡Allí estaba su lista de gratitud!

Me contó que se estaba sintiendo mejor, más animada y liviana. Yo realmente me emocioné pues no me esperaba que ella regresaría ni que haría la lista. Yo le dije: “sigue así en gratitud porque en esa energía se van a abrir las puertas del cielo para ti”.

Transforma tu vida

Para mi gran sorpresa Karen regresó el próximo mes a la iglesia y con lágrimas en sus ojos me dijo que había sucedido un milagro grande. Ella había conseguido información de unos apartamentos nuevos para personas de bajos recursos y se había apuntado hace tiempo en la lista de espera para obtener uno, pero que por alguna razón su nombre fue movido al tope de la lista y que le habían otorgado un hogar.

Llenas de emoción, nos envolvimos en el más celestial abrazo. En ese momento Karen se convertía para mí en una maestra de verdadera prosperidad, modelando para mí lo que es ser fiel al mandato de Pablo en el Nuevo Testamento: “En todo dad gracias”.

Fue indescriptible la emoción de entrar al nuevo apartamento de Karen, con ese olor a nuevo, un balcón mirando a un bosque, céntrico y moderno. Ella me pidió que lo fuera a bendecir y así lo hice.

Luego de 7 años de vivir en un auto, Karen había cambiado su perspectiva de la vida. Mediante una práctica fiel de gratitud, transformó sus condiciones de vida.

La gratitud para mí es como una varita mágica que todo lo transforma.

Te invito hoy a crear esta práctica diaria porque en ella existe un incuestionable poder transformador. Aquella mujer desamparada, que en una mañana casual pensé bendecirla solo con dinero, me dio una gran lección. Karen modeló claramente cómo aun en condiciones extremas, cuando cambiamos la manera de ver las cosas, todo cambia, y más aún, si tenemos dificultad en lograr ese cambio, el agradecimiento es el mejor vehículo para atraer nuestro bien.

Acerca del autor

La reverenda Ana Quintana Bird fue ordenada como ministra de Unity en 1999. Desde 2012 se desempeñó como ministra asociada en Unity of the Triangle en Raleigh, Carolina del Norte hasta que se unió a Unity on the Bay como ministra asociada en 2022.

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