Afirmación: Me elevo y reclamo mi verdadera identidad como un ser sagrado.


Sentada sobre la arena en Cocoa Beach, Florida, disfrutaba de las olas pasajeras que acariciaban la costa. El mar cálido y espumoso bañaba la mitad inferior de mi cuerpo. Cada ola que se alejaba dejaba un cúmulo de sargazo marino a mi alrededor: trozos de algas y fragmentos de caracoles. Vi la arena de cerca y me di cuenta de que, entre los pedazos de caparazones, había algunos caracolitos intactos y eran más pequeños que la uña de mi dedo meñique. Comencé a inspeccionarlos y luego los puse en mi mano, me gustaba que cada uno tenía un diseño distinto.

En cuestión de minutos, había recogido alrededor de una docena de medios caparazones, tan pequeños que no llegaban a llenar la palma de mi mano. Cada uno había acogido a una vida minúscula que había contribuido al bienestar de su ambiente. Así de pequeños como eran, cada uno podía guardar innumerables granos de arena. Esto es abundancia, pensé. Podía contar los granos de arena y los caracoles de mar toda una vida y jamás podría contar el último.

Tomado de: Una humanidad y muchas historias.

Ordena tu folleto hoy mismo

A veces me he sentido pequeña en comparación con la población del planeta Tierra, y he cuestionado cómo podría yo hacer una diferencia. Mientras observaba la vida abundante en la orilla del mar, podía ver que mi modo de vida —mi participación en la vida en cualquier momento y donde quiera que me encontrara— cumple con el propósito de mi ser. Un diminuto organismo que vive en un pequeño caparazón y un grano de arena microscópico contribuyen a la vitalidad y la belleza de la playa. De seguro, yo nunca seré demasiado pequeña para contribuir.

Lillian Mastrangelo, mi segunda madre por elección, parecía ser más grande que la vida misma, ciertamente más grande que su estatura de 4 pies 8 pulgadas. La Señora M nació durante los “bulliciosos años veinte”, cuando la mayoría de los caminos no estaban pavimentados, el entretenimiento del hogar se centraba en la radio, y encender el acondicionador de aire significaba abrir las ventanas y las puertas. Los dulces y la repostería como Wonder BreadHostess Twinkies y la goma de mascar color rosa, con la que se podían soplar bombas, comenzaron a venderse cuando la Señora M era una niña. El sueño americano estaba en ascenso y era asegurado por el trabajo arduo. La bolsa de valores sufrió un descalabro en 1929, cuando la Señora M tenía 6 años. Le siguió el periodo de la Gran Depresión, el cual definiría su personalidad, así como el Nuevo Trato del presidente Franklin D. Roosevelt y la Segunda Guerra Mundial.

Las producciones en masa a través de la televisión, el movimiento de los derechos civiles, la guerra de Vietnam, así como la cultura de las drogas que esta engendró impactaron enormemente a Lillian y a su familia. Sin embargo, pese a las aflicciones y a los desafíos, Lillian permaneció firme al valor fundamental de dedicarse a su familia. Velaba generosamente por las necesidades diarias de su gran familia, y siempre le hacía espacio para otros en su mesa. Todos los que entraban a su casa eran bienvenidos a servirse de sus macarrones con salsa espesa, su sopa de escarola y de las comidas favoritas de la familia, las cuales incluían el ingrediente especial secreto: el amor de la Señora M. El amor era suficiente para la Señora M.

Era una mujer extraordinaria, una fierecilla del tamaño de una nuez con un espíritu enorme. La Señora M amaba extensamente. Cuando alguien entraba por la puerta, la Señora M lo trataba como si fuera la única persona. Aunque alguien hubiese estado con ella apenas unas horas antes, la sonrisa de regocijo que expresaba cuando le saludaba, dejaba saber: “Estoy feliz de verte. Tú eres importante”. De hecho, alguien podía quedarse sentado durante horas en la mesa de la esquina en su cocina y sentir alivio para sus penas. Con cada problema que le contaran, la Señora M respondía con un destello en sus ojos que calmaba, y también apoyaba y animaba: “No tengas miedo. La vida es hermosa. Ve y vive tu vida. Sé feliz. Regresa y cuéntame de eso”.

En su propio ambiente, en su propio hogar, la señora M demostraba “suficiencia” cada día, dando a todos a su alrededor donde podía y cuando podía. Que nosotros podamos hacer lo mismo. Afirmemos:

Centrado en mi consciencia de Dios, la Fuente y Mente Universal, respiro y sé que yo soy suficiente. Yo soy y yo tengo suficiente amor, poder, sabiduría y fortaleza. Yo soy y yo tengo suficiente entendimiento, orden, voluntad y eliminación. Yo soy y yo tengo suficiente fe, entusiasmo, imaginación y vida. Aunque no soy todo lo que es Dios a la misma vez, yo soy una expresión de Dios.

Cuando mis recuerdos me dan una falsa impresión de “insuficiencia”, me desapego del pasado deliberadamente y reclamo mi identidad divina. Siempre que interpreto las palabras o acciones de otra persona como un juicio que señala mi inferioridad, escojo negar mis pensamientos errantes y afirmo la verdad de que yo soy suficiente. Ante un fracaso, contratiempo o decepción, me recuerdo a mí misma que yo soy lo suficientemente valiente y que puedo alcanzar la plenitud.

Afirmo mi fortaleza de carácter para reconocer que cada circunstancia y cada experiencia aparece con el propósito de amar. El amor es el imán del universo, y también mi llamado a ser pleno y estar unificado en cada experiencia, no importa que sea descrita como “buena” o “mala”. Yo soy y yo tengo suficiente amor divino para todo y para todos cada día. YO SOY. ¡Y así es!

Más

No Results