Cuando sentimos gratitud por las bendiciones que tenemos, nuestro aprecio atrae mayor bien hacia nosotros. La gratitud es un magneto que nos atrae amigos, amor, paz, salud y bien material.

Existen muchas maneras con las cuales podemos demostrar nuestro agradecimiento a Dios y a nuestros congéneres. En nuestras oraciones podemos dar gracias por la respuesta aun antes de que ésta se haga aparente, como lo hizo Jesús ante la tumba de Lázaro.

Podemos tomar tiempo para enumerar las cosas maravillosas que Dios ha hecho por nosotros y exclamar un “¡Bendito seas, Dios! En nuestros contactos personales podemos recordar ser corteses y amables, y decir “Gracias” y “Dios te bendice”, para transmitir comprensión y compasión, sonreír y compartir nuestras “buenas nuevas”. También podemos evitar todo pensamiento y toda palabra que pudiera estropear el encanto de las relaciones personales.

La verdadera gratitud es una cualidad espiritual que es edificada en el alma con la práctica diaria, y su recompensa es infinitamente rica y satisfactoria.

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