Dedico tiempo a distraerme alegre y libremente.

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Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, 3y les dijo: Les aseguro que para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños. Porque en el reino de Dios, las personas más importantes son humildes como este niño.—Mateo 18:2-4

Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.—2 Corintios 3:17


Jugar a la rayuela

Yo juego “en la zona”—libre y sin restricciones, juego espontáneo y práctica espiritual, Visión Perfecta Tema anual de Unity 2020

por el Rev. John Beerman

Cómo aprender a dejar ir y jugar

¿Te has vuelto demasiado viejo para jugar a la rayuela con tus amigos?

Cuando yo era joven, vivía totalmente en el momento —jugando con entusiasmo a la rayuela o a la gallina ciega con mis amigos. El tiempo no tenía importancia, ya que estaba inmerso en la actividad del Espíritu, centrado perfectamente en el momento presente.

Finalmente, crucé una línea de tiempo imaginaria y perdí el arte del juego espontáneo. Divertirme se convirtió en una tarea. Los barcos, los aviones, los palos de golf, los viajes y las vacaciones planificadas se volvieron la norma —¡qué trabajo requiere divertirse! Supongo que mi niño interior, a quien le encantaba jugar, cedió ante el trabajo y a ser productivo.

Por supuesto que hubo momentos en que podría pasar un instante en el ahora —un milisegundo de espontaneidad y alegría. Mas la mayoría de los días, mi enfoque era ser productivo: lograr una meta y  avanzar al próximo proyecto.

Con ganas de jugar

Una mañana, no hace mucho, me desperté con el sonido de un pájaro cantando fuera de mi ventana. Sentí algo nuevo y fresco dentro de mi alma. Me sentí joven otra vez, con ganas de jugar.

Salí y descubrí que un nuevo mundo se había despertado dentro de mí. Había robles muy altos, un riachuelo y ciervos de cola blanca comiendo cerca de mí.

El momento me capturó. Mi espíritu renació, quise jugar una vez más.

Saqué mi vieja bicicleta, inflé los neumáticos y engrasé la cadena. Estaba listo para montar, y así lo hice, dándole la bienvenida al glorioso amanecer. Resoplando mientras conducía, sonreía. Y mientras sonreía, el mundo me sonreía a mí. Yo era libre.

Estaba libre de la seriedad de la vida, esos asuntos que me arrastraban, aunque solo estuvieran en mi mente.

¿Qué ha pasado? ¿Por qué este cambio de actitud y de corazón?

¿De dónde vino esta oleada de juventud repentina?

La verdad espiritual es que nosotros renacemos cuando dejamos ir nuestras viejas ideas y creencias, cuando nos entregamos al momento presente, a aquello que la vida nos está presentando.

Y bien, ¿cómo podermos dejar ir y disfrutar del momento?

Aceptando el dolor en vez de esquivarlo.

Enfrentando los temores y no permitiéndoles que nos paralicen.

Permitiendo que un rayo de esperanza entre en nuestra conciencia cuando todo parece perdido.

Viviendo plenamente en el momento presente.

Amando en lugar de sentir resentimiento, permaneciendo receptivo a los milagros, liberando el pasado y, al mismo tiempo, aprendiendo de él confiando en la bondad de la vida para sustentarnos, alentarnos y nutrir nuestras almas.

¿Por qué esperé tanto para dejar ir?

Porque mi mente necesitaba desarrollarse antes de que pudiera dejar ir.

Yo tenía que crecer antes de poder volver a ser un niño. El círculo de la vida siempre se completa cuando el Espíritu está en el centro.

Hoy puede ser un buen día para llamar a tus amigos y jugar a la rayuela.

El Espíritu está invitándote a jugar.

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