Después de meses de sembrar, cuidar, regar y desmalezar, el jardín está finalmente listo. Para finales del verano, tengo una plenitud de tomates: negros tamaño cereza, florentinos para ensaladas, para salsa de pasta, y aún quedan más para enlatar.

Este verano fue especial gracias a la planta de tomates que me ayudó a entender la voluntad de Dios.

A principios de la primavera, sembré las semillas que había guardado de la cosecha anterior. Las cuidé en mi invernadero. En mayo las sacaba a tomar sol y de noche las guardaba. Cuando los retoños estuvieron suficientemente grandes, los trasplanté a unas macetas y, para finales de mayo, los sembré en el jardín.

En cada etapa, respondía a las necesidades de las plantas para asegurar su crecimiento. Mi determinación era primordial en este proceso.

Pero este verano, mi huerto me enseñó acerca de colaborar con la voluntad de Dios. A menudo me ha costado lidiar con la cuestión de la voluntad, orando el “Padre Nuestro” y diciendo hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo, sin realmente comprender lo que eso significa.

¿Cuándo es algo en la Tierra la voluntad de Dios? ¿Cuándo actúo por mi propia voluntad? ¿Cuándo puedo distinguir entre la voluntad de Dios y la mía? ¿Y cuándo sé que esta síntesis está ocurriendo?

Convertirse en un cocreador de la vida

A comienzos del verano, una pícara planta de tomates comenzó a crecer en al área de las fresas. Se veía fuerte y vibrantemente verde. Yo no tenía idea de qué tipo de tomates produciría. Mi esposo me decía que la arrancara, pero una voz interna me decía que no lo hiciera. Esta planta de tomate estaba creciendo mejor que las que planté con intención y cuidado.

Comencé a cuidarla, podándola, reforzando su tallo y sustentándola. “¿Por qué no la arrancas?” insistía mi esposo. La planta crecía grande y briosa, haciendo que el jardín de fresas se viera desorganizado. Cuando las flores comenzaron a dar frutos sentí curiosidad, anticipando qué tipo de tomates iba a dar.

Una mañana mientras regaba el jardín, tuve el sentir de que ¡estaba cuidando la planta de tomates de Dios! Contrario a los pasos meticulosos y deliberados que había seguido con el resto del jardín, ya no dependía solo de mi voluntad, sino que cooperaba con la vida en sus términos.

Pude haber terminado o alterado este proceso, mas decidí apoyarlo. Estaba aprendiendo a unir mi voluntad con la voluntad divina para ver qué podíamos producir juntos.

Esta planta de tomates me enseñó a reconocer la voluntad de Dios, aunque no surja lo que se espere. En vez de arrancar aquello que se siente mal, necesitamos paciencia y valentía para esperar y ver qué frutos podría producir.

Cooperando con lo divino

Para mi deleite, los tomates resultaron siendo enormes, algunos pesaron casi dos libras. Los italianos llaman a esta variedad cuore di bue que traduce como “corazón de buey”, por su color rojo vivo y su tamaño y forma. Yo los había sembrado el año anterior en otra parte del jardín, pero no fueron tan grandes y deliciosos como estos. ¡Ni mi esposo pudo resistir comerlos!

Imaginé que Dios esparcía semillas en el área de las fresas, un lugar que yo nunca consideraría territorio de tomates. Me maravillé de la simplicidad del proceso, especialmente al compararlo con el mío.

Todo esto me hizo reflexionar sobre las veces que interferí con el fluir de la vida, rehusando ver las señales y sin aceptar ayuda. ¿Cuántos trabajos que no se sentían bien acepté? ¿A cuántas relaciones disfuncionales me aferré, a pesar de saber que se estaban aprovechando de mí?

También reflexioné sobre aquellas decisiones que me hicieron sentir bendecida y unida con lo Sagrado. Más de una vez, el dinero llegó justo cuando más lo necesitaba para seguir adelante. Otras veces, mis oraciones fueron respondidas de maneras que parecían imposibles. Esta planta de tomates me enseñó a reconocer la voluntad de Dios, aunque no surja lo que se espere. En vez de arrancar aquello que se siente mal, necesitamos paciencia y valentía para esperar y ver qué frutos podría producir. Si cooperamos con Dios, la recompensa será seguramente mayor de la que imaginamos.

Acerca del autor

Catherine Ann Lombard, M.A., es psicóloga de psicosíntesis. Ejerce e investiga, y ha publicado numerosos artículos sobre espiritualidad y psicosíntesis. Para conocer más, visita LoveAndWill.com.

Catherine Ann Lombard

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