Siendo una familia militar nos mudábamos con frecuencia, así que mis recuerdos de lo que era un hogar están esparcidos. Sin embargo, uno de los recuerdos más consistentes es haber visto a mi mamá cerca de una ventana al este de la casa admirando el amanecer con su café y La Palabra Diaria. Este pequeño libro ha sido una presencia constante. Seguí mudándome con frecuencia por razones de educación o trabajo, mas siempre llevaba conmigo La Palabra Diaria

Viví en Virginia, Nuevo México, Carolina del Norte, Chicago y San Francisco. Acogía a las personas y a los ambientes nuevos con facilidad. Me mudé muchas veces antes de llegar a Nueva York para trabajar en MTV: Music Television. En mi viaje diario al trabajo para llegar a Times Square, veía las circunstancias terribles de las personas sin hogar, quienes con frecuencia eran mujeres con niños. No podía ignorarlos. Muchas veces llegaba llorando al ascensor. Sentía que había abandonado a mis semejantes. El tener que subir 30 pisos me daba la oportunidad de serenarme antes de entrar al enloquecido mundo del negocio de la música. Yo era demasiado vulnerable para esta gran ciudad, sentía que me estaba tragando. Comencé a asistir a los servicios de Unity en el Lincoln Center. Fui afortunada de ver y escuchar al legendario ministro Eric Butterworth. ¡Los servicios eran extraordinarios! 

Escuchábamos a estrellas de Broadway cantar en la acústica perfecta del teatro Avery Fisher. ¡Eso sí que era un bálsamo de salvación! En ese gran teatro convoqué la valentía para suavizar mi corazón y compartirlo.

Me mudé a la hermosa ciudad de Charleston, en Carolina del Sur y compré una vieja casa que necesitaba reparaciones. Desde mi hogar, podía conectarme con excompañeros de trabajo en San Francisco y Chicago para hacer consultoría. Me casé con Dave, un sureño guapo y encantador, y tuvimos a nuestro hijo Roy. ¡Fueron oraciones contestadas! Luego, el (primer) auge del punto com fue el anzuelo que me llevó de nuevo a San Francisco para un trabajo a tiempo completo. No pasó mucho tiempo antes de que me sintiera totalmente exhausta, trabajando y adquiriendo una cantidad considerable de experiencia 24/7, a ritmo acelerado y con un nuevo bebé. Esto causó estragos en nuestro matrimonio. Tras hacer esto por varios años, nos mudamos de vuelta a Carolina del Sur y volví al trabajo de consultoría. 

En 2008, nos mudamos (¡por vez número 21 en mi vida!) a Virginia para estar más cerca de nuestras familias. Acabábamos de instalarnos cuando recibí una llamada a medianoche anunciando que mi mamá, de 88 años, había sufrido una invasión en su hogar que la había dejado al borde de la muerte. 

Tan pronto supimos que ella se recuperaría, me enfermé yo. Según mantenía una postura de yoga conocida como el arco, sentí como si tuviera una piedra en el estómago. Exámenes médicos revelaron que tenía una masa en mi seno y dos tumores en los ovarios. A la semana siguiente, estaba en la sala de operaciones.

Por suerte, la masa era benigna y los tumores estaban en la etapa 1, algo muy raro en un tipo de cáncer conocido como “el asesino silencioso”. Tras la cirugía, pasé por el proceso de quimioterapia. Roy, entonces de 8 años, me afeitó la cabeza y Dave se afeitó la suya por solidaridad. Yo estaba bien. Pero luego experimenté dolores violentos que me llevaron de vuelta al hospital por tres semanas. 

Calva por la quimioterapia, con un tubo por la nariz y con la marca para que me pusieran una bolsa de colostomía, pensé... ¡esta situación es peor que el cáncer! Pero mi ejemplar de La Palabra Diaria estaba en mi mesa de noche, y superé la situación.

Mi doctor me pidió que fuera a su consultorio para un examen de seno. Como yo era muy joven para tener cáncer ovárico, él entendió que tal vez yo tenía una mutación del gen BRCA, el cual está relacionado con el cáncer del seno. Un examen genético confirmó su hipótesis. Me sentía agotada y no quise someterme a la doble mastectomía recomendada. En vez de ello, escogí el camino de la vigilancia, con un régimen de mamografías, resonancias magnéticas y exámenes médicos. Desgastada por cuidar a mi madre y a mi hijo, tomé un receso del trabajo para sanarme. Me inscribí en un entrenamiento para enseñar yoga y realinear así mi mente y mi cuerpo. 

Comencé a enseñar yoga. Diseñé mis clases utilizando lecciones de La Palabra Diaria. Para cada clase, escojo un tema: perdón, armonía, etc. Recopilo una lista de canciones, y guío a los estudiantes a cantar. La sesión termina con la postura de Savasana, durante la cual les leo a los estudiantes el mensaje de La Palabra Diaria. Hay estudiantes que me siguen fielmente, y con frecuencia me dicen que para ellos mi clase es como asistir a la iglesia. 

Mi madre hizo su transición y la enterramos junto a mi papá. Se imaginarán que, durante estos momentos difíciles, tanto La Palabra Diaria como la rutina de hacer yoga me mantuvieron sana y centrada.

En 2014, tras cinco años de exámenes, mi prueba anual de resonancia magnética detectó cáncer de seno. Debido a que me sentía más fuerte, accedí a la mastectomía doble. Era un tipo de cáncer agresivo, el cual, pese a que estaba en la etapa 1, requería de quimioterapia. Roy me afeitó la cabeza otra vez y Dave cuidó de mí de una manera maravillosa. Salimos adelante. Gracias a Dios, el cáncer ha quedado atrás. Dave y Roy siguen siendo mis apoyos. Roy se fue a la universidad. Convertí lo que había sido el cuarto de recuperación de mi mamá —un espacio lleno de luz al este de la casa— en un estudio de yoga. Siento su amor brillando sobre mí cada amanecer.

Acerca del autor

Brooke Chapman Correll es consultora de negocios, profesora adjunta e instructora de yoga. Fue vicepresidenta de mercadeo en Clos Du Val Winery y vicepresidenta de comercialización en MTV: Music Television. Actualmente es conferenciante en Darden School of Business en la Universidad de Virginia. Para ver un video de su clase de yoga, visita dailyword.com.

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