Disfruto mucho observar a mi nieto de tres años, sentado tranquilamente en su pequeña silla frente a una mesa de madera, totalmente concentrado construyendo con sus bloques de diversas formas y colores. Puedo percibir el entusiasmo que experimenta al crear, con una idea sublime en su mente, aquello que desea formar. Mientras su padre se sienta a su lado para ayudarlo, él le explica que una pieza o figura en particular no encaja en ese lugar, ya que él está muy concentrado en lo que realmente desea lograr a través de la Mente Divina presente en su mente. Para mí, esto representa vivir con una fe auténtica, sin permitir que influencias externas o personas intenten interferir en ese contacto directo que todos poseemos o podemos alcanzar, incluso en la edad adulta y la madurez.

Cuando nos aquietamos y nos centramos en la Presencia Divina que reside en nuestro interior, somos capaces de recibir con mayor claridad esas ideas divinas que están impregnadas con todo lo necesario para ser llevadas a cabo por nosotros. Sin embargo, si nos encontramos en constante movimiento, apresurados, ocupados en hacer y hacer, no nos damos tiempo para Ser, para ser la idea perfecta que ya existe en la Mente universal, la Fuente de todas las ideas divinas. Si no reservamos un espacio para aquietarnos y recibir estas ideas, no se manifestarán de la manera en que verdaderamente deseamos. A veces, nos vemos obligados a sentarnos y solicitar que las manifestaciones incorrectas sean eliminadas de nosotros, porque hemos creado fuera de esa gracia de Dios que siempre ha estado obrando en beneficio de todos nosotros.

Después de recibir una idea divina, el paso inicial es encontrar un momento de quietud y serenidad, buscando un lugar donde nos volvamos receptivos a la voz del Padre. De esta manera, podemos colaborar en la construcción y percepción de lo que llamamos nuestro propio mundo y la vida colectiva, de acuerdo a cómo deseamos verlo, ya que siempre poseemos el poder de elegir una y otra vez.

Moldear y dar forma a la sustancia

Unity define la fe espiritual como: “nuestra capacidad de percibir y comprender la realidad del Reino de las Ideas Divinas y del Bien de Dios, a pesar de la evidencia de lo contrario, y luego usar esas ideas para moldear y dar forma a la sustancia”.

Esta es la fe espiritual verdadera, que se alcanza a través de la oración afirmativa (hablar) y la meditación concentrada (pensar), estableciendo un contacto consciente con el Creador. De este modo, podemos moldear las ideas divinas de acuerdo con Su voluntad, que siempre es benévola, buena y perfecta para toda su creación.

Generalmente, la fe humana se emplea para depositar nuestra confianza en cosas externas, que en realidad no deseamos ver materializadas, ya que su esencia es el miedo. Muchas de las ideas que surgen en nuestros pensamientos, palabras, sentimientos y acciones provienen de esa esencia simplemente porque vivimos en un mundo que percibimos como fracturado. Sin embargo, los niños no lo ven de esa manera, o al menos no deberían verlo así.

Cuando depositamos nuestra fe espiritual, la fe en Dios, somos capaces de verlo todo de una manera completamente diferente, ya que percibimos las cosas como Dios las ve, es decir, como algo bueno, beneficioso y perfecto. Comenzamos a retirar nuestra fe humana de las cosas externas y la dirigimos hacia su lugar correcto, que es el Eterno. De este modo, con el poder interno del Cristo, Yo Soy, podemos cocrear todo el bien que deseamos ver manifestado en nosotros, en nuestros seres queridos y en toda la humanidad.

Creatividad Divina

Después de completar su creación con la creatividad divina, mi nieto solicita la ayuda de su padre para finalizar su obra de arte desde su mente divina sana, pura e inocente. ¡Es un ejemplo digno de seguir! Depositar toda nuestra fe en Aquel que nos ha enviado, esforzarnos por hacer y ser lo mejor que podamos, conscientes de que siempre somos guiados, y dejar los detalles finales en manos del verdadero Creador.

Mateo 18:1-3 dice: En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: “De cierto les digo, que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos”.

El Reino de los cielos al que el Maestro Jesús se refería es "el Reino de las ideas Divinas y del bien de Dios", más allá de cualquier evidencia, apariencia, diagnóstico, condición o situación que contradiga la Verdad.

Cuando nos volvemos como niños, permitimos que nuestro verdadero Padre nos guíe y nos transforme para regresar al amor, dejando atrás el miedo, y así ser como fuimos creados desde el inicio de los tiempos, antes de la existencia de este mundo. En nombre de Cristo Jesús, en armonía para todo el mundo, de acuerdo con la voluntad Divina, bajo Su gracia y de manera perfecta, así sea. Gracias, Padre, por siempre escucharnos. ¡Amén!

Acerca del autor

La Rev. Yuris Vásquez es una ministra ordenada de Unity que actualmente trabaja en Unity Panamericano en Nueva York. También sirve como tutora en la Escuela Ministerial Urbana de Unity y enseña cursos en español en la Escuela de Unity en Puerto Rico.

Rev. Yuris Vásquez

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