Unidos en alabanza
La presencia de Dios puede sentirse como una conexión auténtica y alegre.
Esta carta se las estoy escribiendo desde un balcón en Santo Domingo, República Dominicana. Los niños están de vacaciones escolares y escucho sus cantos, conversaciones y juegos desde donde estoy; haciendo que mis amaneceres estén llenos de alegría y novedad.
He estado compartiendo con el grupo de la iglesia Unity en Dominicana ya por más de una semana y he impartido cursos de refrescamiento para capellanes, talleres y servicios. Para el fin de semana estaremos en las evaluaciones de los estudiantes para ser líderes de Unity.
Entre desafíos personales y globales, yo tenía varios años que no venía. Mas pareciera que el amor mantuvo todo bajo su cuidado y a nivel del alma nada ha cambiado, como si nos hubiésemos visto ayer.
Sustento espiritual
La primera parte del servicio dominical consiste en alabanza. Varias solistas cantan acompañadas de los músicos y el grupo del ministerio de los jóvenes interpreta la canción con danza. Precioso. Todo fluye libremente.
Ya para cuando el servicio comienza, el cuerpo y el alma han sido plenamente sustentados y el ser espiritual está ávido y receptivo al mensaje que dará el orador. Todo el proceso fluye muy natural, en lo que sentí. Me recordó la Parábola de Jesús en Lucas 13:20-21: “¿Con qué puedo comparar el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa”.
Siento que en los servicios dominicales y de alabanza, nos unimos para compartir la Verdad; que es la levadura que conecta, expande y realza nuestras mentes, cuerpos y almas. La presencia de Dios puede sentirse como una conexión auténtica y alegre.
Nuestra vida o vivencia espiritual, en mi opinión, tiene aspectos muy íntimos entre la persona y Dios, pero hay momentos en que compartir magnifica la experiencia.
Conexión gozosa
Cuando le mostré a mi nieto de tres años a los jóvenes danzando y cantando, él se puso también a bailar diciéndome: “Abuela yo quiero estar allí”. Entendí que Liam quería ser parte de la experiencia. Aunque su cuerpo es pequeño, su mente es de niño, su alma pudo captar la totalidad de lo que estaba ocurriendo. Ya, por último, Liam bailaba imitando a los jóvenes y lloraba, al mismo tiempo, por no poder estar presente.
Nuestra vida o vivencia espiritual, en mi opinión, tiene aspectos muy íntimos entre la persona y Dios, pero hay momentos en que compartir magnifica la experiencia.
Como leemos en Sofonías 3:17:
“El Señor tu Dios está en medio de ti, … Se gozará en ti con alegría, En Su amor guardará silencio”. Creo yo que, al unirnos en una experiencia de alabar a Dios, sentimos que los tres aspectos de nuestro ser crecen —bendiciéndonos y bendiciendo a todos con quienes compartimos el momento. Entre las vivencias actuales añadamos la levadura de la Verdad ¡para levantar al mundo con gozo y compasión!