El valor para imaginar: La Luz

Reclamar la luz: Una obra en proceso


Yo Soy la Luz

por el reverendo Ed Townley

Mientras considero el poder de la luz, recuerdo una noche de octubre fría y oscura en una pequeña ciudad de Long Island, donde estaba visitando a un extraño. Aún recuerdo la sensación al vagar confusamente por las calles buscando una luz.

Hasta ese punto, especialmente los diez años anteriores, yo había vivido en gran medida en medio de una neblina oscura, tratando de que mi vida funcionara a mi manera. Creo que, en algún momento de nuestras vidas, todos hemos caminado por esas calles oscuras, de alguna manera u otra. Esos recuerdos difíciles son los que hacen que nuestro descubrimiento de la Verdad sea más enriquecedor.

Mas para ir al grano, en esa oscuridad toqué fondo dolorosamente; me sentía completamente impotente ante mis adicciones, mi salud, ante mi vida por completo. Con gran temor y sin esperanza, agarré el teléfono e hice una llamada. Una voz amigable me aseguró que no todo estaba perdido. Había otros como yo y, de hecho, había una reunión esa noche no muy lejos del lugar donde me estaba quedando. “Puedes llegar caminando”, me aseguró él, y me dijo que buscara la luz junto a la puerta.

Pero me perdí, y por eso vagaba por la calle, hasta que finalmente divisé una puerta al otro lado de la vía junto a la cual brillaba una luz acogedora y crucé para averiguar. Seguí la luz. Resultó ser la luz correcta, y la oscuridad en mi interior comenzó a ceder, poco a poco.

Desde entonces, la oscuridad ha cedido considerablemente, pero no solamente me ha ocurrido a mí, sino a todos nosotros, a nuestra consciencia colectiva, y eso es un gran avance. Es una señal de que nos estamos moviendo en la dirección correcta, aprendiendo a utilizar nuestro Poder Crístico para crear el nuevo reino, una elección incierta a la vez.

¡Ya sé que aún no hemos llegado! Esos letreros de “Bienvenido al Reino” son todavía algo prematuros. Nos queda mucho trabajo por hacer. Pero es más cierto ahora que nunca antes que el reino está cerca. Antes era un concepto vago en la conciencia. ¡Ahora es una obra en progreso!

¿Cómo podemos describirle a otros adecuadamente la experiencia de ser ese progreso? ¿Dónde están las palabras que puedan explicar la alegría de descubrir que nosotros mismos somos la luz, la energía divina que hemos estado buscando, la energía que nos permite manifestar una conciencia elevada?

Está claro que Jesús enfrentó el mismo desafío. Él usó muchas imágenes para intentar que sus seguidores de diversas procedencias pudieran entenderlo. El reino es como un agricultor que siembra semillas de nuevas posibilidades; es como la mujer que siente una gran alegría al encontrar una moneda perdida; es como el comerciante que encuentra una perla de gran precio.

Aun así, creo que la imagen que Jesús utiliza más es la imagen de la luz. Él quería que sus seguidores, al igual que quiere que lo hagamos hoy, encuentren y reconozcan la luz que es nuestra expresión verdadera.

“YO SOY la luz del mundo”, dijo él. “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Somos una luz que brilla en lo alto (Mateo 5).

“La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:5).

Otros escritores, desde Pablo hasta el Apocalipsis, utilizaron la misma imagen de la luz para describir lo indescriptible: el efecto que tendrían las enseñanzas de Jesucristo en nuestras experiencias de vida. Lo que ellos describen no es lo opuesto de la oscuridad; es una luz sin oscuridad. Es la luz que verdaderamente somos, brillando con nuevas posibilidades, nuevas elecciones.

No es que al estar en la luz somos libres de las ideas fundamentadas en el temor, ya sea que vengan de la consciencia colectiva o de lo que percibimos sensorialmente. Más bien se trata de que ahora sabemos la luz que somos, por lo tanto, nuestras elecciones son más fáciles y estamos más seguros al hacerlas.

Tal parece que Jesucristo sabía lo que estaba haciendo cuando escogió hablarnos con frecuencia acerca de la luz. Somos el Cristo, y en esa Verdad yace nuestro reino, esperando expresarse a través de nuestras elecciones claras, amorosas y llenas de luz.

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