Tengo una afección neurológica genética llamada ataxia espinocerebelosa (SCA, por sus siglas en inglés) que afecta en gran medida mi equilibrio y coordinación. Heredé esta condición de mi padre y, aunque es progresiva, no ha llegado hasta el punto en el que necesite usar ayudas para desplazarme.

Recientemente fui a ver a una banda llamada M83 en el moderno auditorio The Eastern en Atlanta. La última vez que fui allí, me había ubicado en la parte de adelante para estar más cerca de la banda. Cada vez que quería cerrar los ojos y sentir la música realmente (no tanto bailando sino más bien asintiendo rítmicamente), perdía el equilibrio y tropezaba con mi novio o con otras personas a mi alrededor.

A veces, todos necesitamos apoyarnos unos a otros, ya sea utilizando un bastón para mantener el equilibrio o tendiendo la mano a un amigo.

Para evitar esta preocupación durante el concierto de M83, esta vez decidí llevar conmigo un bastón que había comprado pero que aún no me había aventurado a usar. Me sentía bastante cohibida, temiendo que los demás pudieran juzgarme y cuestionaran si realmente necesitaba el bastón. Me imaginaba a todos mirándome y pensando: “¿Quién es esta mujer de treinta y tantos años que parece tener total capacidad para caminar sin necesidad de un bastón? ¿Y por qué quiere estar de pie en este espectáculo?”

Llevar el bastón al concierto resultó ser una idea maravillosa. No solo pude disfrutar plenamente de la música sin preocuparme por caer, sino que la experiencia de navegar por el mundo con un apoyo físico evidente, aunque solo fuera por una noche, me enseñó tres cosas:

1. No tiene sentido preocuparse por lo que piensen los demás.

En ningún momento me sentí juzgada o criticada, y aunque así hubiera sido, la música era más importante para mí que cualquier opinión de desconocidos al azar. Me di cuenta de que mis temores eran infundados. Como asistente al concierto, me pregunté ¿alguna vez me había tomado el tiempo a observar y juzgar a la multitud que me rodeaba?

Sentirse cohibido en una multitud es una experiencia común, pero nunca es productivo preocuparse por lo que piensen los demás. Incluso si alguien expresa una opinión positiva sobre ti, darle demasiada importancia a los comentarios de los demás puede ser perjudicial. Como dijo Wayne Dyer: “Lo que los demás piensen de mí no es asunto mío. Alcanzar uno de los niveles más altos de libertad personal implica ser independiente de las opiniones de los demás”.

2. La gente generalmente quiere ayudar.

En el auditorio The Eastern, el empleado de la puerta sonrió mientras se aseguraba de que pudiera pasar por el detector de metales sin mi bastón. Sin demora, otro miembro del personal nos mostró dónde estaba el ascensor. Durante el trayecto, entabló conversación sobre el espectáculo y se ofreció amablemente a llevarnos a la zona de asientos designados para discapacitados en la parte delantera. Me negué amablemente, después de todo, querer ponerme de pie fue la razón por la que traje el bastón, pero él me recordó que le pidiera ayuda si quería sentarme.

Al principio, esta amabilidad me hizo sentir incómoda, pero me di cuenta de que el personal de The Eastern estaba haciendo todo lo posible para adaptarse a mis necesidades. También pensé en mi padre, desplazándose con su andador y más tarde con su silla de ruedas. Había sido testigo en varias oportunidades cómo la gran mayoría de la gente se desvivía por ayudarlo en restaurantes, tiendas, y otros lugares.

Inicialmente, tuve dudas. ¿Era sincera la amabilidad de estas personas? Pero ¿y si la simple presencia de un bastón, un andador o una silla de ruedas hace que la gente preste atención y se esfuerce por ser amable y servicial? Eso me llenó de esperanza en la bondad inherente de la humanidad.

3. No es todo o nada.

Es un error común pensar que las personas con discapacidades necesitan las mismas ayudas para desplazarse todos los días. Sencillamente, no es así. Claro que, con el tiempo, la SCA progresa hasta un punto en el que se necesita una silla de ruedas en todo momento, pero mi padre, por ejemplo, todavía usa un andador en la casa y una silla de ruedas cuando sale.

De todas formas ¿nuestros cuerpos no están cambiando sus habilidades o capacidades constantemente? A lo mejor enfermas de gripe y necesitas la ayuda de un antigripal. Tal vez tengas un accidente automovilístico y necesites usar muletas durante unos meses o puede que el proceso natural de envejecimiento disminuya la movilidad del cuerpo.

Así que puede que algunos días quiera usar mi bastón, y otros, no. Las ayudas para desplazarse son solo eso, herramientas de ayuda. Utilízalas cuando las necesites.

4. Pedir ayuda te hace más presente.

Con el bastón, pude disfrutar del espectáculo como lo había hecho en el pasado, antes de tener problemas de equilibrio. Mientras la banda M83 tocaba las canciones de las que me había enamorado, me balanceaba al ritmo de la música sin preocuparme de caer encima de los que me rodeaban.

Pensé en las barras de apoyo de mi ducha a las que puedo agarrarme si pierdo el equilibrio. ¿Cuánto más fácil es para mí estar allí y sentir el agua caliente en mi piel u oler los deliciosos aromas de mi champú, sin miedo a caerme?

No son solo las personas con discapacidades las que necesitan ayuda. Quizás necesites a alguien con quien hablar, tal vez necesites ayuda financiera, o a lo mejor tienes una necesidad más básica e inmediata como comida o refugio.

Todos necesitamos apoyarnos unos a otros, ya sea literalmente utilizando un bastón para mantener el equilibrio o tendiendo la mano a un amigo. Lo más importante que aprendí es que la mayoría de la gente estará allí para tomar tu mano cuando la necesites.

Acerca del autor

Sara Crawford es especialista en contenido digital en la Sede Mundial de Unity. También es dramaturga y autora de Time After Time, así como de la trilogía The Muse Chronicles. Para obtener más información, consulta saracrawford.net.

Sara Crawford

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