La conciencia de sí se puede
Dolores Huerta: Activista. Icono. Mujer de fe.
“Dolores no anda con rodeos”. Esas fueron las palabras del expresidente Barack Obama al conceder a la activista por los derechos civiles y laborales Dolores Huerta la Medalla Presidencial de la Libertad en 2012. El expresidente recordó que Huerta fue muy amable con él cuando admitió que le había robado su eslogan, “Sí se puede”, ya que había utilizado la traducción inglesa (“Yes we can”) en su campaña presidencial de 2008.
Cofundadora con César Chávez del sindicato United Farm Workers (UFW), fundadora de la fundación sin fines de lucro Dolores Huerta e icono de los derechos civiles, Huerta es un pilar del activismo. También es mi tía abuela (hermana de mi abuelo).
En el documental de 2017 Dolores, producido por Carlos Santana y dirigido por Peter Bratt, la activista Angela Davis describió a Huerta como una “bailarina en el escenario de la justicia”. Era un homenaje a la pasión de toda la vida de Huerta por el baile, de la que puedo dar fe personalmente. Recuerdo muchas reuniones familiares en las que nuestra matriarca era la última en la pista de baile, pero también la primera en levantarse a la mañana siguiente para tomar un vuelo a su siguiente mitin, discurso o reunión con dignatarios.
Su vitalidad sin límites sigue siendo poco común e inquebrantable, incluso cuando celebró su 90 cumpleaños el 10 de abril de 2020. Aunque la pandemia mundial ha frenado su itinerario de viajes, ha recurrido a reuniones virtuales, entrevistas y organización de base con la facilidad de una millennial. Atribuyo la fuente de su energía a lo que yo llamo una “conciencia de sí se puede”. Es una actitud de “sí podemos” tan profunda que el cuerpo, la mente y el alma se someten al trabajo de la posibilidad.
Así nació el grito de sí se puede
Podía pronunciar el grito de “sí se puede” antes de poder recitar el alfabeto. Esto fue cierto para mi generación en mi familia y para muchos niños trabajadores agrícolas en California y en todo el país.
Huerta inventó la frase sí se puede en 1972 en respuesta a líderes de trabajadores agrícolas en Arizona que insistían en que no se podía vencer al grupo de productores locales como se había hecho en California y otros estados. Se había aprobado una ley en Arizona con disposiciones tan estrictas que un trabajador agrícola podía ser encarcelado por el mero hecho de pronunciar las palabras boicot o huelga. En una reunión con líderes sindicales de Arizona, éstos le dijeron desesperadamente a Huerta: “No, en Arizona no se puede”.
“No”, respondió Huerta con determinación. “En Arizona, sí se puede” (Y lo hicieron). La frase se convirtió inmediatamente en el grito de guerra de la UFW y se puede escuchar incluso hoy en día en cualquier protesta, marcha o manifestación por los derechos civiles de las mujeres, las personas de color, la comunidad LGBTQ y otros cuyos derechos se han dejado de lado repetidamente.
Los esfuerzos de los derechos civiles se han visto muy favorecidos por la conciencia de sí se puede. Sí podemos: sí podemos utilizar el poder que llevamos dentro para crear una sociedad mejor. Sí podemos: sí podemos aprovechar el poder de la comunidad para organizar y formar líderes que sirvan al bien de todos. Sí se puede. Sí se puede.
Crecer en una familia activista era un poco como ser un pez que no sabe lo extraordinaria que es el agua porque siempre está a su alrededor. Mi tía Dolores estaba junto a Robert Kennedy mientras pronunciaba su último discurso, momentos antes de ser asesinado.
Ella y Chávez encabezaron una marcha de 340 millas desde la sede de la UFW hasta el edificio del capitolio del estado de California. Fueron recibidos por más de 10.000 personas que se habían reunido para mostrarles su apoyo.
Pasó un tiempo en Nueva York trabajando con la activista Gloria Steinem. Todo eso sucedió antes de que yo naciera, y ella tenía la misma edad que yo tengo ahora.
Los esfuerzos de los derechos civiles se han visto muy favorecidos por la conciencia del sí se puede. Sí podemos: sí podemos utilizar el poder que llevamos dentro para crear una sociedad mejor. Sí podemos: sí podemos aprovechar el poder de la comunidad para organizar y formar líderes que sirvan al bien de todos.
La conciencia de sí se puede está arraigada en mi ser, si no en mi ADN. Me apoyé en esta conciencia cuando mi consejero de la escuela secundaria me dijo que dejara de esforzarme por graduarme pronto porque “solo vas a casarte y a tener hijos. ¿No es eso lo que hace tu gente?”. Después de graduarme antes de tiempo, recibir una beca completa para la Universidad de Stanford (entre otras escuelas de renombre), licenciarme en trabajo social y montar mi propio negocio, finalmente me casé y tuve hijos. Más tarde, fui a la escuela ministerial y me ordené como ministra de Unity.
Mis dos hijas demuestran fácilmente la valentía, la compasión y el poder que constituyen el legado de tía Dolores. Han marchado por la justicia al grito de sí se puede y han encabezado mítines. El primer presidente que ellas conocieron a la temprana edad de 4 y 5 años fue Obama, y ahora, como estudiantes de secundaria, han visto a una mujer de color, la amiga de la familia, Kamala Harris, convertirse en vicepresidenta.
El mundo que están viviendo mis hijas es el resultado directo de tantos activistas que les han inculcado una nueva conciencia, una conciencia de posibilidad arraigada en el poder divino interior para manifestar ideales de igualdad y justicia, nacidos del amor divino.
La esperanza gana
Todo esto no ha estado exento de sacrificios. En 1988, durante una protesta pacífica, un oficial de policía de San Francisco golpeó a mi tía con una porra, le rompió el bazo y le fracturó dos costillas. Si bien es cierto que he descrito una imagen imponente de esta gran mujer, quiero dejar claro que físicamente solo mide 1,70 m y pesa algo más de 45 kilos. Aquella experiencia solo la detuvo momentáneamente y por un corto periodo.
Treinta años después, numerosas escuelas han sido bautizadas con su nombre, los libros de texto de historia y estudios sociales incluyen su historia, figuras como Santana y otras celebridades asisten regularmente a sus fiestas de cumpleaños, y el Smithsonian presentó una exposición llamada Una vida: Dolores Huerta entre 2015 y 2016.
A medida que nuestro legado familiar de sí se puede recibe merecidos elogios en todo el mundo, ofrece una perspectiva de cómo una persona puede encender un movimiento y cambiar la conciencia de las generaciones venideras. Es un grito de esperanza.
El lanzamiento del documental de 2017 fue emocionante y revelador. Me invitaron a hablar en varios paneles durante la proyección de la película, y en cada ocasión alguien se me acercaba con lágrimas en los ojos, agradeciéndome —décadas después y en un tiempo diferente— por el trabajo de mi tía. Me contaban de primera mano cómo sus ideas y acciones habían influido en las personas, las familias y las comunidades, iluminando la dignidad, el poder personal y la unicidad.
Entonces llegó mi propio momento de “Dolores no anda con rodeos”. En 2018, Dolores tenía previsto reunirse con los estudiantes latinos de la Universidad Estatal de Kansas (KSU, por sus siglas en inglés) y dar un discurso de apertura por la noche. Antes de que ella llegara, el congresista Emanuel Cleaver II me contactó para solicitar un desayuno con ella.
Mientras hablaban de política y “Washington”, se ponían al día sobre amistades mutuas y comentaban de legislación y grupos de intereses especiales, pude comprender mejor con mayor claridad la perspectiva de su labor. Ambos han dedicado mucho tiempo al servicio público, dando forma a nuestra sociedad. Sacrificio. Compromiso. Servicio desinteresado. Sí se puede.
Para registrarnos en el hotel y reunirnos con el grupo de liderazgo de estudiantes latinos a las 4 p.m., teníamos dos horas para llegar a la universidad de Kansas. Así que, con mis dos hijas a cuestas nos pusimos en marcha. Dolores no anda con rodeos. Había llegado a Kansas City en un vuelo nocturno desde Washington, D.C., y durante todo el día estuvo tan animada y llena de energía como siempre.
Durante nuestro viaje a la universidad, mantuvo conversaciones telefónicas con abogados sobre una demanda contra un distrito escolar cuyas medidas disciplinarias estaban sesgadas contra los niños de color. Luego, revisó un plan de estudios que le había enviado PBS y que se entregaría a las escuelas de todo el país con el estreno de su documental. Solo cerró los ojos durante unos 20 minutos.
Tras un rápido registro en el hotel, asistimos a una recepción con los líderes estudiantiles latinos, en la que Dolores pronunció un discurso improvisado de 30 minutos. Para mi sorpresa, anunció que yo la acompañaría y hablaría con ella en el discurso de apertura esa noche. Dolores no anda con rodeos.
La conciencia del sí se puede es vivificante, energizante, generosa, llena de fe, valiente y divertida.
Terminamos la recepción y regresamos rápidamente al hotel para cambiarnos y cenar. En el breve trayecto de 10 minutos hasta el evento principal, hablamos de posibles temas para el discurso de apertura de 60 minutos.
Decidimos que la mejor manera de presentarme sería hablar cómo el poder de la fe y el valor podrían utilizarse para encarnar la conciencia del sí se puede y activar el cambio en el mundo. Está bien, pensé. Puedo hacerlo.
Salimos del coche, con la cabeza dándome vueltas, y nos precipitamos entre bastidores sin apenas tiempo para ponernos los micrófonos. Justo cuando la presentadora empezó a leer su biografía al público, se volvió hacia mí y me dijo: “Bien, tú primero. Cuenta algo sobre ser madre en Kansas, mujer de color y activista”. Se volvió para subir al escenario mientras sonaban los aplausos y el maestro de ceremonias anunciaba: “Dolores Huerta y Jacquie Fernández”. Dolores no anda con rodeos.
En ese momento, comprendí mejor quién era ella en el mundo. No estaba caminando sobre el escenario con mi tía Dolores, estaba con un icono, una inspiración, una mujer de fe y valor. Una mujer que persiste hasta cumplir su misión.
La presentación fue sencilla, irradiando alegría y autenticidad. Una vez cumplida la tarea, empezó la fiesta. Pensé que quizás tía estaría demasiado cansada para quedarse mucho tiempo. ¡Ja! Me equivoqué. Bailamos toda la noche con aquellos universitarios. Cuando nos fuimos, le preguntó al conductor qué cosa divertida podíamos hacer temprano al día siguiente antes de su vuelo de las 11 de la mañana.
“Los museos del campus estarán abiertos”, sugirió.
“Me parece estupendo”, respondió ella. “¡Hagámoslo!”
Dolores no para hasta que lo hace. La conciencia del sí se puede es vivificante, energizante, generosa, llena de fe, valiente y divertida. Mi tía Dolores Huerta es la prueba viviente.
Este artículo se publicó por primera vez en Unity Magazine® y recibió el premio Folio 2021: Eddie & Ozzie Awards.
