Hacer espacio para que el Espíritu haga el trabajo de curación

De niña, me aterraban la oscuridad y estar sola. Nací en Cuba en tiempos turbulentos. Había una revolución y los adultos a mi alrededor estaban tensos. Como era hija única, pasaba mucho tiempo sola, abrazando a mi oso de peluche para sentirme segura y reconfortada.

Cuando tenía 5 años, mi madre y yo nos fuimos de Cuba hacia Estados Unidos como refugiadas en un vuelo de Pan Am. Mi compañero fiel, mi osito de peluche, estaba perdido. Me lo habían quitado o había desaparecido. No sé qué le pasó a mi querido amigo en medio de tanta confusión.

Estaba destrozada. Lloré y lloré mientras le decía adiós a mi papá, a mis abuelos, a mi hogar y a todo lo que era familiar. Los recuerdos son tenues, pero sí recuerdo que, tras mi crisis, comencé a sentir una profunda paz. Había entendimiento profundo en mí de que todo estaría bien y que era cuidada y protegida.

Al mirar en retrospectiva, me queda claro que aquello en lo que me apoyé cuando era niña para encontrar consuelo y seguridad no era otra cosa que la Presencia Crística, mi amiga invisible durante tiempos de incertidumbre. Todo este tiempo me sentí sostenida en los brazos de Dios.

Ahora, como ministra Unity, he escuchado muchas veces que el papel de una ministro es “consolar a los afligidos y afligir a los que están cómodos”. Hay una gran sabiduría en estas palabras.

Cuando nuestro mundo es sacudido por las circunstancias de la vida, tenemos una tremenda oportunidad para crecer.

Cuando estamos demasiado cómodos en nuestros hábitos y en nuestro pequeño mundo, tal parece que no ocurre mucho crecimiento espiritual. Pero cuando nuestro mundo es sacudido por las circunstancias de la vida, tenemos una tremenda oportunidad para crecer.

Siento un gran consuelo al saber que, no importa dónde estemos en este viaje que es la vida, el amor de Dios nos sostiene. Al estar disponibles el uno para el otro, expresamos la Presencia del Cristo viviente. Saber esto le da paz a mi alma y me da empatía para comprender las experiencias de los demás.

He encontrado que el regalo más grande que le puedo dar a alguien que atraviesa por un momento de pérdida o desesperación es ser una presencia que escucha. Nuestra tendencia humana es querer aliviar el dolor o tratar de encontrar una solución. Lo que se necesita es hacer espacio para que el Espíritu haga este trabajo de curación. Con tan solo estar presente y disponible, se crea una oportunidad y un espacio seguro que es consolador.

La fuente más grande de consuelo está dentro de nosotros; allí podemos ir para recibir alivio, fortaleza, renovación y guía. Conocer el Cristo en mí significa conocer el amor y la aceptación incondicional que está más cerca que mi propia respiración, siempre guiándome y dirigiéndome hacia mi bien más elevado.

Acerca del autor

La Rev. Elizabeth Longo es una entrenadora de transformación personal y líder de retiros con sede en Fort Lauderdale, Florida. Obtén más información en elizabethlongo.net.

Rev. Elizabeth Longo

Más

No Results