Hace años, oré para que Dios me enviara a donde me necesitaran. Pensé que mi voluntad de responder al llamado sería suficiente. Haría falta un arduo viaje a través de una burocracia enredada y una complicada dinámica familiar para entender que yo también estaba siendo llamada a la entrega.

Creo que, cuando se trata de brindar cuidados, la familia debe cuidar a la familia. Me sentí llamada a responder a las necesidades de mi prima de 73 años, quien enfrentaba una serie de crisis, además de un historial de enfermedad mental. Ella estaba atrapada en una burocracia disfuncional, luchando por recibir las atenciones y cuidados necesarios. Como pariente y abogada en ejercicio, era natural que me involucrara.

Respondí al llamado, pero me sentí agobiada con la responsabilidad. No pasó mucho tiempo para que perdiera la calma. Las necesidades de mi prima ocuparon mi tiempo, atención y energía. Yo necesitaba recibir alivio y ayuda, pero no lo encontraba. Me sentía enojada con mi prima por no poder ayudarme a ayudarla, y estaba resentida con los familiares que no se ofrecieron a ayudar. Su enfermedad mental, su ignorancia del proceso legal y su negativa de aceptar que ya no podía vivir de forma independiente, hizo que mi trabajo fuera una tarea casi imposible.

Determinación y gracia

Al negarle los servicios que necesitaba, varias agencias estaban incumpliendo con los derechos de mi prima. También me di cuenta del comportamiento abusivo de sus cuidadores. Recurrí a las agencias reguladoras para que intervinieran. Reconocieron las violaciones, pero no tomaron ninguna medida. A pesar de sentirme agotada, traté de ejercer mi voluntad y mi poder.

Oré por guía. Necesitaba ayuda para saber cómo proceder. Me puse a leer una placa que tengo grabada con Filipenses 4:13: ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! Este versículo bíblico me recordó lo que puedo lograr cuando me centro en las cosas correctas.

Los incumplimientos de las agencias continuaron aumentando. Me sorprendió cómo un sistema tan deteriorado haya podido funcionar alguna vez. Oré para recibir dirección. Estaba tan agotada, que todo lo que podía hacer era rendirme y dejar que Dios se hiciera cargo.

La entrega espiritual abre puertas

Al aceptar que estaba donde había sido llamada a servir, dejé ir mis sentimientos de culpa, ira y frustración. Dejé de luchar contra lo pasado. Acepté lo que creía que era la voluntad de Dios, y eso me permitió sentir la presencia divina. La lucha que había durado meses estaba a punto de terminar.

Poco después de mi entrega, recibí una llamada de uno de los proveedores médicos de mi prima para entregarme su historial, el cual yo había solicitado. Al día siguiente, conversé con el abogado que representaba a la agencia que negaba los beneficios. Pidió los expedientes que recibí el día anterior. A eso le siguieron algunos correos electrónicos, uno de los cuales contenía la orden firmada por el juez que le otorgaba a mi prima los beneficios que necesitaba. Unos meses después, mi prima se mudó a un hogar de cuidado personal, y estaba en una mejor situación.

Siempre he tenido la comprensión y la práctica de escuchar a Dios y seguir la guía divina. Mi experiencia me mostró que me faltaba una pieza esencial: la entrega.

Una nueva comprensión

Tras meses de conflicto y demora, todo terminó bien cuando acepté el rol que me había tocado. Incluso desarrollé una mejor relación con mi prima. Vi más allá de su condición: la vi como una persona con gustos y aversiones, deseos y sueños, carácter y personalidad. Cuando dejé de resistirme a involucrarme en su cuidado, me volví más compasiva, comprensiva y amorosa. Tenía más tiempo y energía para compartir historias, risas y regalos con ella. Me di cuenta de que la veía como me gustaría que me vieran si yo fuera una persona dependiente y necesitara cuidados.

Siempre he tenido la comprensión y la práctica de escuchar a Dios y seguir la guía divina. Mi experiencia me mostró que me faltaba una pieza esencial: la entrega.

Puede que no siempre sepa qué hacer. Ahora, mi oración diaria contiene un pedido de ayuda para saber lo que me corresponde hacer y tener la disposición de hacerlo. Escucho mi guía y la sigo cuando llega. Aprendí que entregarse significa aceptar la voluntad de Dios para que pueda fluir abundantemente con gracia y facilidad.

Acerca del autor

Carol L. Stokes es abogada, coach de vida, autora y presentadora. Ella ayuda a las personas a construir paz en sus vidas. Carol ama la naturaleza, los animales, la cocina y la vida holística. Para más información, visita: CarolLStokes.com.

Carol L. Stokes

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