La palabra familia puede traernos a la mente una gran variedad de imágenes. Podría recordarnos a las reuniones alrededor del árbol en la mañana de Navidad o a las reuniones en una mesa llena de comida e invitados en Acción de Gracias. Podría evocar recuerdos de vacaciones, pícnics y otros eventos que nos hicieron darnos cuenta de lo afortunados que éramos de tenernos el uno al otro.

Esta palabra cargada de emociones también podría traer a la mente recuerdos menos agradables. La pérdida inesperada de un padre o hermano, el daño causado por palabras hirientes o incluso el rechazo y la hostilidad que muchas personas de la comunidad LGBTQIA + han experimentado en su familia.

La forma en que vemos el mundo inicialmente está muy influenciada por nuestras familias de origen. Durante el tiempo que pasamos con ellas, aprendemos nuestras primeras palabras, damos nuestros primeros pasos y experimentamos nuestras primeras interacciones humanas de las que tenemos memoria. Dependemos de estas experiencias iniciales para conformar nuestra comprensión del mundo, ya que no tenemos ninguna información significativa con la que compararla.

Conforme crecemos, nos damos cuenta de que todo tiene una causa y un efecto. Algunas lecciones son simples: tocamos una estufa caliente y nuestra mano se quema. Otros son complejos: decimos la verdad sobre romper la ventana, y somos elogiados por nuestra honestidad, pero castigados por el daño.

A medida que ampliamos nuestro círculo social, también crece la complejidad de las relaciones. Estamos expuestos a nuevas formas de ver el mundo, nuevas formas de conectarnos con los demás, y nos percatamos de que no todos nos querrán o incluso les caeremos bien. Aunque las nuevas experiencias pueden influir en nuestra perspectiva, seguimos guiados principalmente por esos primeros contactos. Asumimos que la información que nos han inculcado es cierta. Pero ¿qué sucede si descubrimos que nuestras creencias son falsas? ¿En quién podemos confiar cuando el entorno que antes considerábamos nuestro hogar ahora nos parece inhóspito o incluso inseguro?

Tras la fachada de la perfección

Me encantaría decir que mis “creencias” familiares enfatizaban la importancia de la empatía, el respeto mutuo y propio, el amor incondicional y la aceptación. Ojalá me hubieran enseñado a extender la paciencia y la compasión. Si tú eres uno de los que recibieron tales enseñanzas en tus años de formación, espero que te consideres bendecido. Pero si no, puede que algunos aspectos de este mensaje resuenen con más fuerza en ti.

Soy lo que comúnmente se llama un PK, siglas en inglés de Preacher’s Kid (hijo del predicador), y soy el menor de cuatro hermanos en una familia que pertenece a las Asambleas de Dios. Se esperaba de nosotros que fuéramos perfectos en público, educados, elocuentes (cuando se nos habla, por supuesto), cuidadosamente peinados y siempre sonrientes. Sin embargo, a puerta cerrada, las cosas eran muy diferentes. Mi padre, no vivía lo que predicaba y el objetivo de mi madre era de mantener el comportamiento inapropiado de mi padre en secreto para todos. En pocas palabras, nuestro hogar funcionaba escondiéndose, guardando secretos y, cuando todo lo demás fallaba, enojándose o marchándose de la casa.

Independientemente de cómo esté formada la familia que elijas, recuerda que es un grupo de personas con el que podrás crear experiencias nuevas y maravillosas. Es un grupo en medio del cual tendrás la oportunidad de liberar viejas creencias, sanar heridas y, con suerte, disfrutar de muchos momentos que te hagan apreciar lo afortunado que es de tenerse el uno al otro.

Alrededor de los 8 años, me di cuenta de la desconexión entre lo que aprendíamos en la escuela dominical sobre cómo debíamos vivir y cómo vivían realmente los miembros de mi familia, los Adams. Mi padre, a quien veneraba a pesar de su comportamiento, finalmente se fue por una mujer más joven. La iglesia pagó para que mi madre y yo, el único niño que aún estaba en casa, nos mudáramos a Texas. Este acontecimiento echó por tierra todo lo que creía cierto de mi familia de origen.

De adolescente, me perseguía el miedo a ser abandonado y aislado, y se intensificó aún más al darme cuenta de que era homosexual. Recuerdo haber escuchado desde la plataforma de la iglesia que Dios perdonaría a un asesino, pero un homosexual estaba condenado. Aterrorizado por la idea de ir al infierno, traté de “orar para alejar” mi homosexualidad. El rechazo por parte de mi comunidad espiritual parecía inevitable.

En 1987, durante las vacaciones de verano de mi tercer año en la universidad, me enteré de que mi hermano, Jim, también era homosexual. Dada nuestra educación, ambos luchábamos con nuestra fe. Aunque yo había llegado a un punto de rechazar a Dios, Jim simplemente no se atrevía a hacerlo. Lamentablemente, en 1989, Jim se quitó la vida en gran parte debido a este conflicto interno. Mi temor de rechazo por parte de Dios y por cualquier comunidad espiritual se hizo realidad.

Formando una nueva familia

Pero en medio de todo esto, algo maravilloso estaba sucediendo. No sucedió todo de una vez, sino a lo largo de los años. No lo busqué activamente y, sin embargo, estaba allí cuando lo necesitaba.

Al principio, mi familia elegida estaba formada por un grupo de amigos que había hecho a lo largo de los años. Eran un grupo diverso, pero vieron a través de mi fachada exterior y me aceptaron por lo que era. Con ellos, tuve la oportunidad de crecer, aprender y cambiar sin sentirme juzgado. Aprendí a confiar en los demás lo suficiente como para compartir mis miedos, preocupaciones y dolor. Aprendí a hablar de mi pasado de una manera que trajo libertad y alivio a áreas asoladas por la vergüenza. Ya no temía el rechazo cuando me encontraba entre ellos. El amor y, en ocasiones, la honestidad sirvió para contrarrestar y alejar mis arraigadas tendencias. Además, aprendí a reconocer a aquellos que merecían mi confianza. Mi familia elegida era y sigue siendo una familia construida en la confianza.

Hoy en día, la red de amigos que forman mi familia elegida sigue creciendo. Es una comunidad de personas con las que comparto todos los aspectos de mí mismo, tanto emocionales, espirituales como intelectuales. La manera en que se forman nuestras familias elegidas es única para cada uno de nosotros. Puede suceder al buscar eventos u organizaciones que apoyen a la comunidad con la que te identifiques, a través de experiencias comunes, o incluso podría llegar a incluir a algunos miembros de la familia biológica. Para mí, ha sido un proceso continuo a lo largo de mi vida, a la espera de reconocer y abrazar la belleza que conlleva una comunidad tan cercana y solidaria.

Independientemente de cómo esté formada la familia que hayas elegido, se trata de una comunidad que tiene el potencial de crear nuevos y maravillosos recuerdos. Es un grupo en el que puedes dejar ir viejas creencias, sanar heridas pasadas y, con suerte, disfrutar de muchos momentos que te recuerden lo afortunado que es de tenerse el uno al otro.

Acerca del autor

El Rev. David B. Adams es coministro principal de Unity de Independence, Missouri.

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