Ser parte del hermoso arcoíris LGBTQ me preparó para ser un buen padre

Sé que esto que voy a decir puede sonar pastoso, igual que el macarrón con queso que le preparo a mi hijo Lucas, de 7 años, una vez a la semana: ser padre ha sido una de las mayores bendiciones de mi vida.

De niño, siempre pensé que me casaría y tendría niños. Incluso cuando luchaba dentro del clóset, sabía que eventualmente revelaría mi orientación sexual verdadera y haría las paces viviendo como la persona que verdaderamente soy. Y sabía que una de las razones por las cuales haría esto era porque ello crearía el espacio para tener mi propia familia.

Sin embargo, cuando finalmente ocurrió, fue una experiencia mucho más sanadora de lo que alguna vez creí.

Mi verdad como fundamento de la suya

Ser parte del hermoso arcoiris LGBTQ me preparó para ser un buen padre. Me dio un firme sentido de la importancia de vivir de una manera auténtica. Me dio una sensibilidad profunda para asegurarme de que Lucas crezca sabiendo que él es un ser completo y perfecto, tal como fue creado.

Al reclamar mi verdad, le estoy dando a él un fundamento mucho más fuerte para reclamar la suya. Trato de enseñarle, de la mejor manera que puedo, que él no tiene que amoldarse a las normas sociales. Puede ser exactamente la persona que está destinado a ser. Lo hermoso de esto es que, a medida que le enseño a él, también me lo recuerdo a mí mismo. El ser consciente de nutrir el amor propio en Lucas continúa brindándome a  una práctica más amplia de autoaceptación.

Cualquier padre te dirá que el amor propio y la autoaceptación son profundamente necesarios en nosotros. Yo cometo errores. A veces me doy cuenta de que estoy tratando de que Lucas se ajuste y haga lo que se espera de él. Muchas personas hablan sobre cómo los hijos te ponen a prueba. ¡Sí, lo hacen!

El desafío más grande es: ¿Realmente crees en las cosas que dices creer?

“Nuestro propósito ha sido ayudarte a descubrir las mejores cualidades dentro de ti”.

Myrtle Fillmore

Nuestra verdad compartida es el amor

Parte de mi práctica espiritual es entender y afirmar que todos somos expresiones del bien y que nuestra individualidad debe ser celebrada.

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Pero, algunas mañanas son difíciles. Levanto a Lucas, lo preparo para ir a la escuela, le hago el desayuno, su almuerzo e incluso tengo la osadía de pensar que debemos llegar a tiempo a la escuela.

Cuando la personalidad de Lucas o sus intereses en alguna mañana particular convierten esta tarea en un desafío, entonces se me olvida. Y luego recuerdo y me doy cuenta de que la belleza de la paternidad no solo se trata de celebrar cuánto hemos sanado y nos hemos empoderado, sino también reconocer aquellos lugares en los cuales la sanación todavía es necesaria.

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He puesto una nota para mí mismo, justo encima del mostrador de la cocina, para leerla especialmente en las mañanas. Dice en letras grandes: Ama. Sirve. Recuerda.

Practico estar presente en amor y como amor.

Practico servirle a Lucas y a su mayor bien.

Me esfuerzo para recordar su verdad y recordársela a él también.

Para mí, la paternidad puede resumirse en una cita de Myrtle Fillmore, cofundadora de Unity y madre de tres hijos. Ella escribió: “Nuestro propósito ha sido ayudarte a descubrir las mejores cualidades dentro de ti”.

Al hacer esto por Lucas, he descubierto las mejores cualidades en mí.

Junto a mi increíble hijo y mi maravilloso esposo, caminamos este camino de autodescubrimiento y amor.

Acerca del autor

El Rev. Juan del Hierro es ministro principal de Unity on the Bay en Miami, Florida, y ha recibido reconocimiento del Congreso por su trabajo por la justicia social.

 

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