Cómo una mujer Gay encontró la verdadera pertenencia al abrazar su yo único

Unidos, permanecemos.
Divididos, somos solo una mera distracción.

Cuando esta idea llegó a mí hace unos años, la relacioné con organizaciones, comunidades, sociedad o familias que pudiesen permanecer juntas.

Con el paso del tiempo, me di cuenta de que esta declaración tenía más significado cuando la aplicaba a mi experiencia de vida como una persona gay.

Unida, permanezco. Dividida, solo soy una distracción.

De la inadaptación a la pertenencia

Como adolescente, me sentí dividida cuando me percaté de que me atraían más las mujeres que los hombres. Sentía algo por una mujer un poco mayor que yo, pero la iglesia decía que yo iría al infierno. De hecho, cuando aún no tenía 14 años, mi abuela lloró porque no me vería en el cielo.

Mis padres fueron a una clínica de salud mental para reportar mi homosexualidad. Yo estaba aterrorizada de que la gente que vestía los uniformes blancos me llevara lejos. Estaba claro que yo no pertenecía a ninguna parte. Era una inadaptada.

Rev. Dr. Temple Hayes

Encontré las enseñanzas espirituales de Unity cuando tenía 19 años. Escuché por primera vez que Dios ama a todo el mundo. ¿Cómo era esto posible cuando, durante toda mi vida, había escuchado sobre un Dios a quien yo quería amar, pero el cual, basado en lo que me dijeron, no era un Dios para mí?

Con el tiempo, la ministra se dio cuenta de que yo me ofrecía como voluntaria para todo y asistía a todos los eventos. Una noche me invitó a cenar.

Hablábamos sobre opciones de alimentos, y entonces yo interrumpí: “Quiero que sepa que yo soy gay”. Ella continuó hablando sobre comida. Le dije: “¿Acaso no me escuchó?”.

Respondió: “Sí, pero en Unity ser gay no importa. Dios ama y acepta a todo el mundo”.

En ese momento, sentí que pertenecía. Tomé posiblemente el aliento de vida más pleno que he tomado desde que nací. Me sentí completa, unificada.

Más allá de la pertenencia

Mientras más vivo, más me doy cuenta de que mientras tengamos una necesidad insatisfecha de pertenecer, siempre debilitaremos nuestras fortalezas, posibilidades y autoestima. Nuestras emociones muchas veces son tan profundas, el dolor es tan grande, que incluso siendo adultos maduros los sentimientos subyacentes están tomando decisiones sutiles por nosotros.

La necesidad de pertenecer era mi sombra. Me llamó por mi nombre hasta que tuve más de 50 años.

Entonces un día tuve la epifanía más grande de mi vida. De repente me di cuenta y creí que yo soy una creación original e irrepetible de DiosEsto significa que nunca voy a pertenecer. ¡Yupi!

Los ángeles cantaron y yo resucité. Reclamé mi espacio de ser una inadaptada a ser mística. Me reí durante una hora y he sentido alegría desde entonces. Toda mi vida tuvo sentido y, por primera vez en mi vida, estaba completa y absolutamente clara.

La libertad de despojar el miedo del Yo

En su libro El intercambio de pensamientos (Library Tales Publishing, 2011), David Friedman nos enseña que nuestros pensamientos frecuentes de miedo o incomodidad son solo sensaciones; no son quien tú eres.

Comencé a practicar el reconocer esto.

Un día, en un avión, una mujer que estaba sentada a mi lado comenzó a conversar y preguntó: “¿Qué es lo que hace su esposo?”. Una sensación familiar se apoderó de mi cuerpo, pero permanecí con la sensación y le dije: “Yo no tengo un esposo, tengo una esposa”.

Nadie murió cuando dije eso. Lo más importante es que no morí un poco cambiando el tema o apagando mi corazón. Abracé la sensación de libertad.

He escuchado que cada vez que compartimos nuestra historia, el poder y el dolor de la historia se divide entre el número de personas con quienes la compartimos.

Esta experiencia en el avión me dio la valentía de seguir adelante, así que compartí mi historia con la clase para los nuevos miembros de mi iglesia. Nadie murió y nadie se fue de la iglesia. La gente, de hecho, aplaudió.

El domingo próximo, le conté a toda la congregación y aplaudieron de pie tres veces mientras yo hablaba. Dos semanas después, el canal de televisión Lifetime llamó. Me entrevistaron en un programa mañanero llamado The Balancing Act (El acto de equilibrio) sobre cómo recuperé mi autoestima, la cual creo que nace en cada uno de nosotros.

Fui libre de estar encerrada en el armario para el resto de mi vida.

Mi vida está dedicada a las enseñanzas que unen y sanan la división interior.