Por un largo tiempo practiqué este consejo cuando encontraba que me estaba volviendo a centrar en mí misma. Lo practiqué cuando me sentía desesperada, sola, frustrada y furiosa. Lo que descubrí con esta práctica es que no puedo experimentar la libertad o la plenitud de la vida si siento animosidad por algo o alguien. Entendía que para poder ver la vida de manera diferente, tengo que amar aquello que está delante de mí. Una vez que amas algo todo se desenvuelve con gracia y de manera ordenada, como cuando extiendes un mantel de lino recién planchado.

No era suficiente reconocer y dar gracias por aquello en mi vida que me gustaba; tenía que acogerlo todo, amarlo todo. Tenía que evaluar aquello que no me gustaba y apreciarlo, inclusive aceptarlo con maravilla; como haces cuando te tratas de acercar a una mariposa. Admitir aquello que no me gustaba o deseaba en la vida se convirtió en un tipo de gravitación que me introdujo cada vez más en la red de la vida. Por tal razón es que la gratitud es una herramienta tan poderosa e irresistible; nos recuerda nuestro lugar en este mundo, en el universo.

Ahora sé que esos días en los que digo: “Gracias, Dios, y permíteme decirte lo que significa para mí”, son días en lo que me comprometo a la acción, a conectarme con el mundo fuera de mí. Dichos días conllevan libertad y responsabilidad. Me recuerdan que aquello que hago hace eco en el mundo, y que toda la vida escucha y presta atención. Dicho eco me une a todo, y le muestra al mundo el significado de mi vida. ¡He aquí donde yace mi gratitud!

Acerca del autor

La Rev. Kelly Isola es experta en desarrollo personal y organizacional. Es autora, consultora, visionaria académico-profesional y sanadora.

 

Rev. Kelly Isola

Más

No Results