Las viejas creencias pueden interponerse en el camino de una vida plena y vibrante. Pero cada nueva generación llega con la esperanza de que se puedan escribir nuevas historias y realizar sueños más grandes.

Para Anamaría Morales, el deseo de vivir una historia nueva surgió temprano en su vida, cuando eligió trascender las dificultades y las oportunidades limitadas que vivía su familia inmigrante mexicana. Ella prometió conver­tirse en la primera de su familia que, no solo se graduaría de la universidad, sino que también financiaría su educación con su propia empresa e imaginación, sin deber un dólar.

Su sueño fue despertando a lo largo de los años gracias a las epifanías que tenía Anamaría, por ejemplo, en sus cumpleaños, cuando recibía una tarjeta de su abuelita Juana. Su padre le recordaba cuánto había trabajado su abuela por el dinero que había en la tarjeta, y Anamaría podía ver el arduo trabajo en los dedos de la anciana, torcidos por la artritis durante décadas de trabajo físico.

La niña sentía aprecio y compasión por su abuelita, cuyas oportunidades estuvieron limitadas por la falta de educación y la incapacidad de hablar inglés. Estaba decidida a crear una vida diferente para sí misma.

Se abre un nuevo camino

La inclinación empresarial de Anamaría fue evidente desde el principio. En segundo grado, instaló un puesto de limonada en el desfile anual de la ciudad en Healdsburg, un pueblo elegante en la región vinícola del norte de Cali­fornia. Reunió sus ganancias, abrió una cuenta bancaria y comenzó a ahorrar. A los 8 años, trabajó en conciertos de la plaza del pueblo, haciendo manicuras. De ahí, vendió sus tarje­tas de felicitación hechas a mano de puerta en puerta y vendió frutas y verduras de su huerto en un puesto ubicado en la entrada de su casa. La joven entusiasta, con un don para los nego­cios, acumuló las ganancias de sus diversos emprendimientos.

Para su último año en la escuela secundaria, sabía que tenía que mejorar su espíritu de emprendedora si quería asistir a la universidad. Una noche reflexionó sobre el costo de las solicitudes a la universidad, la matrícula, los libros, el aloja­miento y la comida. “Me sentí abrumada. Así que decidí liberar mi mente para que fluyera en el estado que mejor conocía: hornear”, recuerda. La adolescente “horneó por estrés” su primer pay de queso esa noche, y encontró una receta perfecta que todavía usa.

Anamaría Morales de niña con un vestido blanco y sonriendo, sentada junto a un puesto de limonada con varias jarras llenas. Crédito fotográfico: Anamaría Morales
Crédito fotográfico: Anamaría Morales

“Siento que esta pasión en mí no es solo mía, sino de generaciones anteriores que nunca soñaron con las oportunidades que tengo ahora. Esto me sirve como un mantra que me conecta a tierra. Es mi deber vivir con intensidad, plenitud y alegría como sea posible, no solo por mí, sino por todas las mujeres de mi familia que me precedieron”.

La mamá de Anamaría llevó unas rebanadas al trabajo para compartirlas. Una compañera de trabajo la llamó al día siguiente para pedirle la receta del “mejor pay de queso que jamás había probado”. Anamaría tuvo una idea mejor. Man­tendría en secreto su receta y en su lugar hor­nearía un pay de queso para la compañera de su mamá. “Al día siguiente, en lugar de recibir el costo del producto, recibí una invitación para convertirme en empresaria”, dijo.

A los 18 años, se puso un objetivo. “Iba a estudiar en la universidad, haciendo un pay de queso a la vez”. Tenía su mente puesta en obtener un título de la Universidad de California en Berkeley y planeaba pagarlo todo con pays de queso. Sería una tarea difícil para una joven de una familia de clase trabajadora. Sin ejemplos a seguir entre los miembros de su familia, Anamaría estaba decidida a no ser una carga para sus padres. Así nació su nuevo nego­cio: el College Confeccionista.

Anamaría Morales, una joven con el cabello rizado y castaño, vistiendo una camiseta negra con la palabra California y sonriendo con un pay de queso en las manos. Crédito fotográfico: Anamaría Morales
Crédito fotográfico: Anamaría Morales

El ingrediente clave: palabras de afirmación

“Siento que esta pasión en mí no es solo mía, sino de generaciones anteriores que nunca soñaron con las oportunidades que tengo ahora”, indicó. “Esto me sirve como un mantra que me conecta a tierra. Es mi deber vivir con intensidad, plenitud y alegría como sea posible, no solo por mí, sino por todas las mujeres de mi familia que me precedieron”. Ella hizo la siguiente paráfrasis de una de las mejores inspi­raciones de la poeta Maya Angelou: “Puedo ser solamente una persona, pero me mantengo firme como diez mil”.

Anamaría buscó las obras de líderes inspi­radores, espirituales y empresariales. Leyó y escuchó todo lo que pudo y cubrió las paredes de su dormitorio y baño con sus afirmaciones favoritas. Las palabras positivas de Anamaría reemplazaron sus pensamientos limitantes y alimentaron su éxito. Pronto la gente la conocía como la joven de los pays de queso. Vendió cien­tos de pays de queso y usaba el dinero para sus clases en la universidad. Lo que no gastaba, lo ahorraba.

Su negocio College Confeccionista tuvo éxito y Anamaría confiaba en que, ingresaría a U.C. Berkeley en un segundo intento en 2018, después de que se le negó la entrada en 2016. “Intenté todo lo que estaba en mis manos para hacer mi sueño realidad”, dijo. Ella confió en su tenacidad y en la inspiración de los men­tores cuyos escritos atesoraba.

Redactó una carta de aceptación ficticia y se la envió por correo, como parte de su práctica de visualización. “Me imaginaba que el sobre blanco que recibía por correo estaba firmado por el decano, y visualizaba los sentimientos de orgullo extático que sentiría”. Pegó una calcomanía en la parte delantera de su automóvil: “Me siento muy agradecida de haber sido aceptada en U.C. Berkeley”. Pero a pesar de sus excelentes calificaciones, fue rechazada una vez más como estudiante transferida a la escuela Haas School of Business. Anamaría estaba devastada.

“Necesitaba tener una mentalidad de reestructuración, pero no tuve esa capaci­dad durante algún tiempo”, señaló. “Me di tiempo para llorar, y luego me puse a estudiar. La realidad fue mucho más brillante. Tenía un año para regresar más fuerte que nunca”. Anamaría puso a prueba su ingenio para encontrar un nuevo camino para alcanzar el mismo objetivo. Continúo estudiando, obtuvo mejores calificaciones, estudió en el extranjero y desarrolló su propio negocio. Al tercer intento, llamó a una puerta diferente. Envió una solicitud a la universidad para estudiar una especialización en varias disciplinas. Esto le permitiría elegir su carga académica, la cual completaría con clases de negocios.

Morales, una joven con cabello rizado y castaño, de pie frente a La U. C. en Berkley, con un pay de queso en cada mano. Crédito fotográfico: Will Brinkerhoff
Crédito fotográfico: Will Brinkerhoff

Después de tres intentos, lo consiguió. Y para ese entonces, tenía suficiente dinero ahorrado para pagar su educación. En su primer día en Berkeley en 2019, Anamaría se echó a llorar, abrumada por la emoción. Sin embargo, ella enfatiza que: “No ocurrió por casualidad. Sucedía cada día, con cada elección consciente. Es ahí donde se produce la magia”. “Sin una perspectiva positiva, es fácil desanimarse por las circunstancias. Por eso me aseguré de empaparme con las palabras de figuras inspiradoras: de camino a la universidad, mientras horneaba, o cuando leía un libro antes de dormir. Podía oírme decir: “¡ánimo! No puedo defraudarme a mí misma”.

Abre un camino más amplio

Anamaría, quien obtuvo su licenciatura en 2021 en la Universidad de California en Berke­ley, quiere compartir su éxito y su determinación con otras mujeres jóvenes para ayudarlas a llegar a la universidad “un pay de queso a la vez”. Ella tiene la intención de expandir College Confec­cionista para convertirlo en una fundación que destine un porcentaje de las ventas para pagar becas y tutorías a latinas de bajos ingresos en su comunidad que buscan ser las primeras en su familia en llegar a la universidad. “Mi objetivo es contratar, inspirar y asesorar a estudiantes de último año de secundaria y de universidades comunitarias mientras se esfuerzan por obtener una educación superior y, al mismo tiempo, ayudarlas a adquirir habilidades empresariales. Mi objetivo es alentar a las mujeres de grupos minoritarios a levantarse, superar sus desafíos socioeconómicos, y retribuir a su comunidad”.

Anamaría dice que Oprah Winfrey es la fuente de uno de sus mantras favoritos: La vida es mejor cuando la compartes. “Eso resume cada gran enseñanza que me ha tocado el cora­zón”, afirmó, Anamaría. “Todos estamos aquí por una razón, con talentos únicos para expre­sarlos y compartirlos con el mundo. Y la mejor parte es que nadie hará lo que tú puedes hacer”.

Acerca del autor

Meg McConahey es reportera de un diario en el Norte de California. Estudia para obtener sus credenciales como maestra de Unity licenciada y es miembro y ex presidenta de la Junta de Unity de Santa Rosa, California. Visita [email protected].

Meg McConahey

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