Trabajo interior para superar la vergüenza del racismo, cuidado propio amor propio y el racismo, Brenda Wade, La Palabra Diaria

Sanando la vergüenza, y abriéndonos al amor

Paso mis días enseñando sobre el amor. Cómo encontrarlo, cómo cultivarlo y cómo mantenerlo.

Parte de mi trabajo es ayudar a las personas a encontrar su camino hacia la intimidad y plenitud romántica. Aunque cada historia es diferente, una verdad permanece: El amor y la paz que deseamos en nuestras vidas comienzan en nosotros.

He pensado mucho en ello últimamente según expando la otra parte de mi trabajo: ofrecer adiestramiento en contra del racismo. He escuchado a mucha gente compartir sus historias de cómo sus vidas han sido afectadas por el racismo.

Ahora estoy lista para compartir la mía.

El mesaje de mi piel morena

Yo no conocía el racismo hasta que lo experimenté a la edad de seis años. En la escuela, nos pidieron hacer filas de dos en dos tomándonos de las manos. Extendí mi mano, pero la niña a mi lado rehusó tomarla.

“No puedo tomar tu mano”, dijo decididamente. “Mi madre me dijo que tu piel es marrón porque está sucia”. Yo estaba confundida. Mi piel era marrón, pero yo no estaba sucia.

En mi ingenuidad, no entendí por qué ella dijo eso, pero inmediatamente sentí el aguijón de su rechazo y de la vergüenza por creer que había algo malo en mí. En ese momento, supe lo que era sentirse insegura. No discutí con ella. No le dije nada a mi maestra. No me atreví a decirles a mis padres.

Sentía miedo de contarle a mi madre lo que había sucedido. Ella también era maestra y se aseguraba de que mis hermanos y yo fuéramos a la escuela preparados académicamente, bien vestidos e inmaculadamente arreglados.

¿Cómo podría decirle que una de mis compañeras de clase rehusó tocarme porque pensó que yo estaba sucia? Imaginé su enfado si le contaba lo ocurrido. Sabía que se enojaría conmigo, así es que no dije nada.

El mensaje de que mi piel me hacía inferior se reforzó en mi adolescencia gracias al director de la escuela, quien expresó su sorpresa de que alguien de mi color pudiera sacar una calificación alta en el examen de inteligencia. Luego, en el posgrado, el director del departamento estaba más interesado en mi color de piel que en mis calificaciones. Además, el arrendador admitió que me negaba habitación porque yo era afroamericana.

El dolor del presente y del pasado puede hacer que nos encerremos y que nos perdamos de la alegría que la vida nos ofrece, del gozo que todo el mundo merece.

La internalización de la vergüenza y la dolencia del racismo

Esa experiencia se enraizó en mi mente y en mi alma, así como muchas otras. La vergüenza que sentí en ese momento fue el comienzo de una espiral de dolor y rabia que me tomó años confrontar y sanar.

Tal vez tú hayas sentido un dolor similar. Quizás te hayan hecho sentir inferior por el color de tu piel. Puede que hayas sido tratado injustamente por tu origen, apariencia, orientación sexual o género.

Esas lecciones tempranas se quedan con nosotros y nos roban nuestros sentidos de pertenencia y de seguridad. El dolor del presente y del pasado puede hacer que nos encerremos y que nos perdamos de la alegría que la vida nos ofrece, del gozo que todo el mundo merece.

Aprendemos a escondernos a plena vista. Tristemente, nos sentimos muy heridos y temerosos de ser nosotros mismos. También podemos sentirnos despojados de la libertad y el amor que son nuestros por derecho, como seres espirituales, como hijos de Dios.

El único camino es el amor

El camino que nos saca de la vergüenza no es fácil, pero sé que es posible. Años de trabajo psicológico, práctica espiritual, cuidado personal y sanación, me han liberado de la vergüenza, del dolor y de la rabia que me agobiaron por tantos años. Mis experiencias de sanación han dado forma a mi trabajo de enseñar introspección y amor propio.

El dolor de nuestras primeras heridas es profundo y, aunque participemos en protestas y aboguemos por legislación antirracista para desmantelar sistemas de opresión, también somos llamados a hacer un trabajo interno.

Este sendero para la sanación y libertad es diferente para cada persona, así es que comparto una oración para abrir el corazón e invitar a que comience la sanación.

Más personas están conscientes de cómo la discriminación y los prejuicios son parte de la vida diaria, y trabajan para crear un mundo más equitativo para todos.

Mas aunque trabajemos para cambiar el mundo, no podemos obviar el trabajo interno de sanar y abrirnos plenamente al amor que todos merecemos. Es trabajo arduo, pero necesario, hemos de romper nuestras cadenas y vivir como el amor que somos.

Respira Amor:
Una meditación que abre el corazón

Envío luz y amor a mi corazón. Me sereno cuando sus partes cerradas comienzan a abrirse.

Ilumino las partes oscuras de mi alma con la luz sanadora de la aceptación.

Dejo ir los sentimientos de vergüenza y la carga del dolor.

Me libero.

Mi amor fluye desde mí hacía mi comunidad, mi país y el mundo entero.

Todos somos hijos bendecidos de la luz y el amor universal. Amén.