Al centrar nuestros pensamientos en la idea de la gratitud, comenzamos a ver al mundo de una manera nueva, bajo una luz nueva. Nos volvemos receptivos al Espíritu divino y a nuevos comienzos y posibilidades. ¡Qué perspectiva más transformadora y sanadora!

Una actitud de gratitud tiene calidad sanadora, ya que nos ayuda a entregar las preocupaciones, las condiciones y todos los demás aspectos de la vida a Dios. Y, al hacerlo, nuestras mentes y cuerpos son sanados, nuestras relaciones personales son transformadas y nuestras vidas se tornan más apacibles y ordenadas.

Con cada pensamiento de gratitud, profundizamos nuestra receptividad a las bendiciones de Dios. Cuando somos agradecidos, nos armonizamos con Dios y con las muchas maneras cómo la luz, la vida y el amor divinos obran en y a través de nosotros. Al sentir agradecimiento apreciamos la vida desde una perspectiva más alta —una perspectiva sagrada. Vemos las cosas por encima de la percepción humana, y ganamos un nuevo sentido de que todo está bien en nuestras vidas y en las vidas de nuestros seres queridos.

Mas ¿cómo desarrollamos una actitud de gratitud? Miramos a nuestro alrededor y vemos el bien que llena nuestras vidas —incluso las bendiciones más pequeñas. Damos gracias por nuestra salud, nuestros hogares y nuestras familias. Damos gracias por los amigos y las maneras cómo podemos expresarnos mediante nuestros trabajos, nuestra creatividad, nuestra pasión por la vida. Damos gracias porque somos hijos e hijas de Dios y porque vivimos en un universo abundante y próspero.

Con cada pensamiento de gratitud que mantenemos, desarrollamos una actitud más positiva acerca de la vida y nos volvemos más receptivos a la bondad de Dios. Cada pensamiento de gratitud que mantenemos es un bálsamo sanador que transforma nuestras vidas.

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